Sobre la chatarra y otros entuertos

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Un sobresalto deja perplejo a otro. Hasta ahora son insospechadas las posibilidades de sumergirse en el lodazal del estancamiento social. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Hacia dónde vamos? La situación socioeconómica y política, ¿tiene otra salida que no sea el aeropuerto? Una sola noticia, la degradación del crédito de Puerto Rico por parte de la agencia calificadora de crédito Standard & Poor’s, que no es buena nueva en ningún sentido, intensifica la sensación ciudadana de vivir en medio de la chatarra con expectativas escazas de deshacer nuestros entuertos.

Lejos están los tiempos cuando la alusión continua al subdesarrollo de otros países caribeños y latinoamericanos constituía un consuelo ideológico. Una sola mirada crítica al entorno propicia un cambio de percepción imprescindible. El crecimiento económico y la estabilidad política de  diversos  pueblos hermanos, apuntalada por proyectos sociales de voluntad comunitaria creciente, desdicen de los discursos grandilocuentes de la prosperidad de la otrora Isla del Encanto. Aquellas comparaciones favorables siempre a quien emite el juicio sobre la pobreza de los otros versus el progreso nuestro, no sólo son falaces, sino desfasadas.

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¿Por qué encontrar consolación en lo peor que está el otro, supuestamente, en relación con el imaginario colectivo que adoptamos? En todo caso, como dice el refrán, “si están afeitando las barbas de tus vecinos, pon las tuyas a remojar”.

Pero pensábamos que, como país, no llegaríamos a sufrir una crisis extendida y profunda. Pensamiento sin base histórica alguna, porque sí hubo momentos degradantes durante el siglo XX y previamente. Pero tal parece que persiste el concepto del progreso ascendente, idea contradictoria y cuestionable dada la abundante evidencia del quehacer humano a través de la historia. Probablemente, la falta de oxígeno causada por el descrédito del País en el nivel de chatarra viene acompañada por la desilusión de ver desdibujado el espejismo del futuro prometedor tantas veces profetizado por los testaferros de la política gubernamental. Ahora no hay de otra: comenzamos a articular con determinación y coherencia la voluntad política y democrática como ciudadanos o sucumbimos ante la tentación de la varita mágica de las soluciones sin esfuerzo. La primera es deber ciudadano, la segunda, bazofia.

El panorama es complejo, por tanto, amerita atenderlo como tal. Huir física o mentalmente del asunto pasa por más de una mente. Puede ser un mecanismo de defensa momentáneo en lo que logramos adoptar, individual y colectivamente, las herramientas para enfrentar la situación. Sin embargo, eso no solucionará los problemas. Para enderezar entuertos, primero hay que reconocer su realidad y dimensiones propias para luego ensayar las soluciones. Las ideas y los proyectos políticos y económicos chatarras, en el contexto de la ausencia de un proyecto de país, han sido causantes del desmadre actual. Procede diferenciar las causas de las consecuencias. El mea culpa no es suficiente ni evitará una degradación mayor que la crediticia, entiéndase, la moral social de un pueblo que ha perdido la confianza en sí mismo y en la institucionalidad que dice representarlo.

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Coincido con las opiniones de varios economistas que han expresado optimismo realista en tiempos borrascosos. Es una oportunidad privilegiada para repensar y rehacer el quehacer económico basado en nuestros recursos. Asimismo, es trascendental lograr la inserción de Puerto Rico en el panorama internacional sin restricciones autolimitantes,  es decir, las autoimpuestas por adaptarnos a modelos anquilosados que no representan lo mejor de dos mundos, sino la incapacidad de ubicarnos en el mundo. Es hora de echar a andar la economía y la vida misma de Puerto Rico.

Los intentos de responder a la pregunta ¿hacia dónde vamos?, propician búsquedas conjuntas que coadyuvan al trabajo en equipo que tanto necesitamos. Cada uno de nosotros debe aportar desde la especificidad de su compromiso personal, ciudadano y profesional. Asimismo, la creatividad es un imperativo. En tiempos de crisis, seamos creativos, innovadores, esforzados, dedicados y agentes de cambios realistamente esperanzados. A decir de la propuesta musical de Calle 13: “Si quieres cambio verdadero, pues camina distinto”.[1] Conocemos qué está pasando, nos falta interpretarlo, comprender el pasado y actuar acertadamente de cara al presente y con proyección hacia el futuro.

Cuando reflexiono y hurgo en estos temas, recuerdo a Ernesto Sábato, quien pasados los noventa años de edad escribió: “Sí, tengo una esperanza demencial, ligada paradójicamente, a nuestra actual  pobreza existencial, y al deseo, que descubro en muchas miradas, de que algo grande pueda consagrarnos a cuidar afanosamente la tierra en que vivimos”.[2] No somos chatarra, tenemos vocación de ser más.

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Notas:

[1] Calle 13, La vuelta al mundo, Álbum: Entren los que quieran, 2010.

[2] Ernesto Sábato, La resistencia (Buenos Aires: Editorial Planeta Argentina, S.A.I.C/ Seix Barral, 2000), pág. 21.