Décadas: una mirada fugaz al Puerto Rico del siglo XX (parte 2)

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Decíamos al final de la primera parte de este trabajo que el último lustro de la década de 1950 trabó controversias arduas en la política puertorriqueña. Durante el décimo mes del primer año, justo el 30 de octubre, el Partido Nacionalista de Puerto Rico protagonizó un evento que puso de manifiesto su oposición a cualquier intento de reordenamiento colonial para la Isla.[1] Desde las montañas de Jayuya, la Isleta de San Juan y la Casa Blair en Washington, la sangre y el tumulto intentaron tomar por asalto el espectro político.

Por tanto, el ELA que inauguraría veintiún meses después, cargaba ya con el peso de los desacuerdos político partidistas previos y la prolongación del añejado tema del estatus político final para la Isla. Los nacionalistas se hicieron sentir también el 1 de marzo de 1954 en el Congreso de los Estados Unidos cuando cuatro miembros del Partido atacaron a tiros a los congresistas allí reunidos. Las motivaciones fueron similares a las enunciadas en 1950, pero con el ingrediente del ELA ya fundado.

Mientras tanto, en el plano cultural, el gobierno de Luis Muñoz Marín, implantó proyectos para serenar al pueblo consternado por cambios vertiginosos; por eso, vio luz la Operación Serenidad[2] como elemento equilibrador de los esfuerzos constructores de la democracia y la economía. Al proyecto en su totalidad, el andamiaje político gubernamental que albergó los las legislaciones culturales y sus respectivas políticas públicas, algunos historiadores y otros especialistas lo han llamado nacionalismo cultural institucionalizado[3],una especie de formula ideológica contrapuesta al nacionalismo político rechazado por Luis Muñoz Marín. Hablamos de un constructo ideológico que constituyó la herramienta política principal para lograr la consecución del discurso integrador de la comunidad puertorriqueña.

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Llegada la década de los años ’60, la serenidad política no acababa de presentarse. Diez años después de la fundación del ELA, aún el debate político sobre el status se mantenía abierto. En enero de 1963, Luis Muñoz Marín inició una serie de esfuerzos en Washington para conseguir el desarrollo constitucional autonómico de la Isla en la etapa inaugurada once años antes. El proceso de industrialización era la punta de lanza de la economía puertorriqueña frente a la decadencia de la agricultura. 

En ese contexto, el fenómeno migratorio puertorriqueño, cobró un auge ascendente durante la época con la emigración a Estados Unidos, especialmente, a Nueva York lugar donde nuestros emigrantes habían establecidos comunidades desde el siglo anterior. Las emigraciones registradas entre 1950 y 1970 comenzaron a desafiar, más allá del espacio territorial isleño, el imaginario de la construcción de la identidad cultural puertorriqueña.[4]

Simultáneamente, en la Isla, acontecían realineamientos de las clases sociales. Una clase media emergente quedó definida por el mayor consumo de bienes, la presencia de grupos de poder empresarial, la burocracia profesional y la realidad obrera urbana como reto al populismo de antaño. Políticamente, ese cuadro social sumado al desgaste lógico de un partido político en el poder gubernamental desde los años ‘40, condujo al final de proyecto totalizador marcado por la derrota electoral del PPD en  noviembre de 1968.[5] El triunfo del Partido Nuevo Progresista (PNP), organización creada por un sector disidente del Partido Estadista Republicano (PER) el año anterior, y dirigida por el industrial ponceño Luis A. Ferré Aguayo, gobernador durante el cuatrienio de 1968-1972, abrió paso al bipartidismo hegemónico del PPD y el PNP hasta nuestros días. 

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Probablemente, las crisis económicas, en medio de avances y retrocesos, han sombreado las décadas finales del siglo XX y las primeras décadas del presente. La dependencia del petróleo como materia prima, cuyas alzas y bajas en precios definidos por los países productores, generan dificultades al crecimiento económico. Cómo olvidar la crisis transcurrida entre 1973 y 1975 como secuela directa de una guerra entre Israel y algunos países árabes. Una y otra vez se ha hecho necesario buscar incentivos económicos como la Sección 936 del Código de Rentas Internas de Estados Unidos u otras medidas pretendidamente favorecedoras del desarrollo. Lejos de lograrlo, el País torea el cierre de empresas comerciales, el desempleo creciente, el alto costo de los servicios básicos, la criminalidad y la violencia de todo tipo, particularmente, el narcotráfico y la adicción a drogas, y la corrupción gubernamental.

Podemos acotar que los continuos conflictos generan también manifestaciones organizadas de indignación ética y política como luchas incesantes por el mejoramiento de la vida social. Ciertamente, pertenecen a ese renglón los rescates de terrenos ante la escasez de vivienda, principalmente, en los años ’70 y ’80,[6] las protestas activas contra la contaminación ambiental de nuestro entorno, la discriminación por raza, género, ideología, orientación sexual, etc. Una militancia social acompañada con la participación de agrupaciones identificadas con la izquierda política, entre otras, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), fundado en el 1948, y el Movimiento Pro Independencia (MPI), enero de 1959, transformado en el Partido Socialista Puertorriqueño en el 1971 y sus mutaciones posteriores.[7]

Punto a parte requiere la mención de las intensas jornadas de huelgas estudiantiles, profesorales y de personal no docente escenificadas en la Universidad de Puerto Rico con episodios reconocibles a partir de 1948 hasta el 2011. Asimismo, la puja que finalizó con las prácticas militares de la Marina de Guerra de los Estados Unidos en las islas municipios de Culebra y Vieques comenzadas a partir de la Segunda Guerra Mundial.

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A raíz de la avanzada de los pescadores y del apoyo recibido, en 1975 la Marina de Guerra de los Estados Unidos se vio obligada a abandonar Culebra como centro de entrenamiento. La causa de Vieques tardó más tiempo y varios capítulos de batallas desiguales entre los manifestantes y los militares, pero halló un culmen que alcanzó resonancia internacional y detuvo las detonaciones de armas el 1 de mayo de 2003.

El auge de la denominada sociedad civil amalgamó en los sucesos de Vieques. Aunque continúa el predominio bipartidista con objetivos de representar a los diversos sectores del pueblo puertorriqueño, en el segundo decenio del siglo XXI surgen otros partidos, voces, medios y métodos propios de la evolución histórica. Es el resultado de décadas de quehacer histórico.

Dado el propósito de este escrito dividido en dos partes, contrastar y refutar la tendencia a ver las vallas del devenir de un pueblo, en la inmediatez de las coyunturas históricas, como cercos para imposibilitar un futuro distinto al presente que nos aqueja, digo categóricamente: el presente nuestro no es la antesala del fin de la historia de un país sin remedio ni el umbral de una sociedad perfecta. Basta una mirada sinóptica, subjetiva y selectiva al siglo XX puertorriqueño –la que hemos pretendido, claro- para captar la maraña de procesos políticos complejos que atestiguan el devenir histórico. Si optamos por ver, sentir y actuar coherentemente esperanzados, hacen falta la voluntad política y la indignación ética, actitudes que propician superar el pesimismo o ser optimistas bien informados.[8]

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Aquí y ahora, no aislados, sino integrados a tantos intentos humanos de construcción de proyectos democráticos que fueron son y serán, continuemos haciendo historia.

Notas:

[1] Sobre la vertiente nacionalista representada por Pedro Albizu Campos, véaseJuan Manuel Carrión, Teresa C. Gracia Ruiz y Carlos Rodríguez Fraticelli (editores), La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993); además, Luis A. Ferrao, Pedro Albizu Campos y el nacionalismo puertorriqueño (Río Piedras: Editorial Cultural, 1990).

 [2] Véase al respecto: Soraya Serra Collazo (Compiladora),Explorando la Operación Serenidad (San Juan: Fundación Luis Muñoz Marín y Fundación Puertorriqueña de la Humanidades, 2011).

[3] Entre esos autores cabe citar a: Pedro Ángel Reina Pérez, La idea de lo nacional en cinco momentos: discursos de Luis Muñoz Marín, 1923-1959 (San Juan: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 1998). Tesis doctoral en Historia; Arlene Dávila, Sponsored IdentitiesCultural Politics in Puerto Rico (Philadelphia: Temple University Press, 1997); Juan Manuel García Passalacqua (editor), Vate, de la cuna a la cripta: el nacionalismo cultural de Luis Muñoz Marín (San Juan: Editorial LEA, 1998) y Afirmación nacional (San Juan: Editorial Cultural, 2001); Jaime L. Rodríguez Cancel, La Guerra Fría y el sexenio de la puertorriqueñidad: afirmación nacional y políticas culturales (San Juan: Ediciones Puerto, 2007).

[4] Recuerdo aquel trabajo germinal sobre el tema de la transculturación: Germán De GrandaTransculturación e interferencia lingüística en el Puerto Rico contemporáneo: 1898-1968(Río Piedras: Editorial Edil, 1972).

[5] Un análisis socioeconómico y político del desarrollo del populismo del PPD  y sus políticas gubernamentales, puede encontrarse en: Emilio González Díaz, El partido Popular Democrático y el fin de siglo, ¿qué queda del populismo?  (Río Piedras: Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Centro de Investigaciones Sociales, 1999).

[6] Un trabajo sociológico e histórico sobre esas luchas: Lilliana Cotto Morales, Desalambrar (San Juan: Editorial Tal Cual, 2006).

[7] Opino que la memoria, género literario, aporta información valiosa para conocer las vivencias de la gente que lo vivió, cómo esa subjetividad se vio afectada. Una memoria de reciente publicación es recomendable: Wenceslado Serra Deliz, La memoria que no cesa (San Juan: Los Libros de la Iguana, 2011).

[8] El fenecido escritor uruguayo Mario Benedetti definía al pesimista como un optimista bien informado; por su parte, Antonio Gramsci afirmaba que el pesimismo es un asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad.

Lista de imágenes:

Todas las imágenes pertenecen a la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

1. Edificio del periódico El Mundo, Puerta de Tierra, San Juan, 1939, foto por Jack Delano.
2. Trabajadores de la caña en Río Piedras, 1939, foto por Jack Delano.
3. Afiche sobre la malaria en Puerto Rico en hotel de San Juan, 1939, foto por Jack Delano.
4. Mujeres empacando tomates en la cooperativa agrícola de Yauco, 1939, foto por Jack Delano.
5. Proyecto de vivienda fedral a las afueras del pueblo de Yauco, 1939, foto por Jack Delano.