Esa soledad existencial

El carácter subjetivo de la existencia humana, como vivencia percibida y experimentada a partir de la particularidad psíquica de cada ser humano, está condicionado por el imaginario cultural de pertenencia. Captar la realidad de la que soy parte es posible por el ejercicio consciente de la percepción racional configurada por determinados esquemas ideológicos de la cultura. Todo ello acompañado por otros sujetos, pero sin sustitución posible de la individualidad.

Ser humano y cultura se confunden en un continuo y discontinuo proceso de construcción del imaginario social. Allí dónde se ancla la visión interpretativa del sujeto, nacen ángulos de la definición conceptual de lo experimentado. Dos miradas individuales observan el mismo objeto que vivencian de modo distinto, aunque ambas compartan el entronque común de la cultura. La subjetividad representa la diferencia en la complejidad de la soledad existencial humana.

Al decir soledad, no nos referimos a las circunstancias de aislamiento voluntario o involuntario que pueden afectar a una persona en determinado momento de su vida. Estar separado de otros sujetos o ajeno de relaciones de convivencia y coexistencia cultural es un modo de aislarse y tal vez de enajenarse social o mentalmente. Pero la soledad existencial es la condición humana por antonomasia.

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El sujeto es un proyecto en construcción continua, permanente, producido y en producción de cultura, pero arrojado en la realidad como un ente individual, que es fundamentalmente persona, subjetividad existencial distinta y con la capacidad de ser consciente de su distinción. La soledad existencial no niega la condición social, sino que la posibilita, porque no reproduce subjetividades, sino que abona con su diferencia el aporte de cada ser humano al todo social.

Cada persona vive sus propias circunstancias, que también son compartidas con otros, claro está, pero uno las vivencia ahí en su propia existencia de ser para sí (Sartre). Sin embargo, no significa que estemos solos en ese sentido tétrico y egoísta habitualmente estipulado. La soledad existencial ubica al sujeto en un caminar no definido por la ausencia, sino por la presencia activa a cada instante de la subjetividad libre y responsable de sus actos.

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Justamente ahí se encuentra la médula de este problema filosófico: la soledad existencial es un vacío en búsqueda dialéctica de colmarse permanentemente por la acción consciente del sujeto. Se es para la vida, por tanto, nada ni nadie puede sustituir mi deseo y práctica de vivir; estamos solos para ejercer la existencia vital. Fíjese que no he dicho aislado o solitario, sino solo, realidad indispensable para pensar, ser y hacer cultura, cualidades que nadie puede vivir en mi sustitución.

Del mismo modo ocurre con la muerte. Aunque el ser esté acompañado en el acto final de morir, muere solo, porque nadie puede expirar con él ni aún cuando otro fallezca al lado, ya que esa otra no es la muerte propia.

Reconozcamos que el tema de la soledad es atendido, principalmente, por especialistas de la conducta humana y que hay casos, causas y definiciones particulares de ese fenómeno que admiten clasificarlo como real, artificial, neurótico, etc. Diversas formas de experimentar la soledad, incluida la existencial, porque parten de experiencias subjetivas de las existencias en determinados constructos personales.

Ahora bien, la elección de vivir libremente - digamos sin sufrir condiciones de salud mental que agobien el ser (¿alguien está exento de tal cosa?) - supone la soledad existencial, la más profunda e ineludible de las soledades. Y es que la naturaleza humana, junto con el entramado cultural, constituyen el caldo de cultivo para propiciar la evolución de la subjetividad creativa o de la locura, ambas asociadas con la soledad tradicionalmente.

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Recuerdo que hace varias décadas una iglesia llevó una campaña televisiva con el lema “la soledad duele, el hombre del siglo XX es un hombre solo”. Puede ser que duela, crecer siempre duele, y el crecimiento humano, físico y espiritual es arduo. Pero no solamente la mujer y el hombre del pasado siglo fueron solos, les ha tocado a todos los humanos que en el mundo han sido, a pesar de no haber vivido solitarios. A mi juicio, ser o estar solitario es un estado personal decidido u obligado como  excepción a la regla, que es la soledad existencial. 

Hasta aquí este balde de rezagos existencialistas y soledades acumuladas para iniciar el año. 

Listado de imágenes del artista Zdzislaw Beksinski

1. Ex, 1987.

2. DV, 1989.

3. KX, 1987.

4. In Hoc Signo Vinces, 1974.