Bobby Capó soñaba con Puerto Rico

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El guardia escondió la bemba y le dijo: eso no es razón, para matarlo…
—"El negro bembón", Bobby Capó 


En una de las canciones más geniales que se haya escrito en esta isla, Félix Manuel Rodríguez Capó, mejor conocido como Bobby Capó, captó con hilaridad el problema del prejuicio racial en Puerto Rico, la isla que tanto amaba. Curiosamente, mulato de labios finos y sonrisa de galán, Capó destapa en la canción la arbitrariedad del prejuicio, la crueldad y el miedo del que lo padece. Matan al negro bembón y el matón confiesa: "Yo lo maté por ser tan bembón". Quién iba a pensar que el chiste cruel de Capó iba a ser motivo de una nueva obsesión a finales del siglo XX y lo que va de este: ahora quienes quieren labios abultados, labios bembones, se los llenan de silicón (de hecho, ácido hialurónico o colágeno). Los que nacieron con poco labio, como presumimos que le pasó al matón del negrito, pueden resolver la deficiencia del grosor de los labios yendo a un cirujano plástico. De todos modos, el prejuicio continúa y la canción es la parte oscura de la idílica visión que tenemos, y tenía Capó, de nuestra isla.

El prejuicio fue tema de otras canciones de Capó y, como en el caso del negro bembón, hay cierta ironía y mucho sarcasmo en la triste narrativa cómica. Ese es el caso de "El cocodrilo" en la que el grillo le habla a una congregación de animales que intenta excluir al sapo por su boca grande. Pero el sapo, muy listo (como tienden a ser los miembros de minorías que son perseguidos), deduce que quien habrá de sufrir es el cocodrilo, pues él sí tiene la boca grande. Esta transferencia del sapo hay que verla de varias maneras: como un mecanismo de defensa, como un intento de alianza con alguien más fuerte y como un gesto prejuiciado: alguien es peor que yo o más negro que yo. El "pobrecito" cocodrilo de la canción tiene un aliado (o un enemigo) que no se ha buscado y, según el sapo que frunce la boca para lamentar la suerte de su colega, los vecinos de donde campea el matón por su respeto dicen en coro: "Esconde la bemba que viene el matón". Capó señala que hay quienes tratan de ocultar lo que son.

"El bardo" es otro ejemplo de cómo Capó volcó en sus composiciones el tema del rechazo. Para reconocer la verdadera trama de esta canción, hay que conocer el turbulento noviazgo de Capó con quien luego fuera su esposa, Irma Nidia Vázquez. Rechazado por su familia a causa del color de su piel y su procedencia, Capó compuso "El bardo" como una alegoría de lo que puede ser el amor incomprendido. Aunque la historia en la canción es ficticia, ya que el verdadero bardo (Capó) se casó con la chica a quien amaba, la canción se convirtió en una especie de manifiesto del enamorado despreciado por el prejuicio racial o social; y no fueron pocos los que lloraron oyéndola en las mesas de bares de todos los niveles y en todos lo tugurios de todas las ciudades de América Latina.

Capó fue un cantante y compositor de gran fama en su momento y, de haber existido la posibilidad de lo que hoy se conoce como "cross over", penetrar el mercado de los EE. UU., tal vez hubiera sido más famoso aún. Entendamos que la idea del cantautor no era tan difundida en los años 30, 40 y 50 del siglo pasado, y que Capó resultó ser uno de los primeros en manifestar con éxito ese binomio creativo, que luego floreció por todo el mundo. Como suelen hacer los poetas, Capó fue uniendo las composiciones de tal forma que un grupo de ellas forman una diadema o un collar en que las perlas se semejan en su belleza. Pienso que su inquietud con el color de su piel dio alumbramiento a la canción posiblemente más difundida de su autoría: "Piel Canela". Con magníficos giros poéticos, como "y que pierda el ancho mar su inmensidad", la pieza es una celebración del color de la mujer amada, un llamado a estar orgulloso de la mujer puertorriqueña y de todas las mujeres que no son de piel blanca. No es difícil percatarse de cómo las mujeres con la apariencia que describe Capó en la canción se sintieron aduladas por el llamado colectivo de los hombres que entonaban la canción: "Ojos negros, piel canela, que me llegan a desesperar... Me importas tú, y tú, y nadie más que tú…".

Había otras preocupaciones en la lírica de Capó, incluyendo la traición y la ruptura. En "Llorando me dormí", el amante que pasa la puerta de la casa de su amor recuerda la gran canción “Agonía” (compuesta por Francisco Flores el Campo) que hizo famosa Leo Marini y que comienza diciendo: "Tengo que pasar tu casa para llegar a la mía…"; y en su parte más triste (y patética), dice: "Más cuando hay luz en tu alcoba y oigo otra voz, no la mía, entonces ya mi dolor, es una lenta agonía". Contrastando con "Agonía", Capó usa en su composición tonalidades más alegres y un ritmo que se aleja del melodrama, que es el sentido dominante del bolero. Al hacerlo, Capó logra burlarse del género, al mismo tiempo que contribuye a él con una canción que jamaquea la noción del cornudo como un estado perpetuo y trágico. De hecho, el sujeto de la canción llora, pero termina durmiéndose en esa situación idealizada, que es un llanto que induce un sueño tranquilo.

Su sentido de humor es una de las mejores cualidades de Capó, y lo coloca como uno de los grandes compositores puertorriqueños de música popular jocosa. ¿A quién no se le dibuja una sonrisa en el rostro cuando escucha "Me lo dijo Adela"? No solo porque Adela es una "chismosa", sino porque el dentista que no ha dormido bien por estar de fiesta, se quedará sin sacar muelas ese día. Curiosamente, encuentro esa cualidad salerosa en "Quizás, quizás, quizás", que tiene la gracia de la anticipación sexual del hombre por la mujer deseada y el juego que ella establece en su posposición sinuosa y sugestiva. Lo tiene, como diríamos, "enganchao", pero ella protege su honradez con promesas esquivas. Esta situación de la mujer, que uno reconoce como parte de la moral sexual de la época (la canción se compuso en 1947), hace de la canción un comentario social que documenta las actitudes de los años en que los hombres habían regresado del ejército y de largos periodos alejados de mujeres. Escondido en la canción está también el engaño del que es motivo el hombre. Capó lo trae a sus composiciones de forma magistral en “Poquita fe”, lamentándose del trato que le ha dado a la mujer, impulsado por las malas experiencias en su vida amatoria. En "Poquita fe", Capó se confiesa con la mujer que quiere:

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Yo sé que no has logrado hacer 
de mi querer lo que tu amor soñó. 
Yo sé que fue muy grande la ilusión 
que en mí tú te forjaste, 
para luego encontrar desconfianza 
y frialdad en mi querer. 
Comprende que burlado fui ya tantas veces, 
que se ha quedado al fin mi pobre corazón con tan poquita fe…

El personaje entonces se torna a la mujer que quiere y le suplica:

Tú tienes que ayudarme a conseguir, 
la fe que por engaños yo perdí. 
Me tienes que ayudar de nuevo a amar y a perdonar…

Es una canción adelantada a su época porque acepta la necesidad del varón del respaldo femenino en asuntos emocionales que su machismo empeoraba. Pienso que eso ayudó a que la canción cruzara la barrera artística y que diera el salto a los EE. UU. Sin embrago, no se puede minimizar el hecho de que su brillante y conmovedora interpretación la hiciera José Feliciano, un puertorriqueño. La versión de Feliciano nos hace pensar que la letra era algo que el intérprete sentía profundamente porque lo había experimentado y que entendía bien el significado de la letra. Esa última frase, que persigue el poder del perdón, es un final que eleva la canción más allá del cliché que hubiera sido la "fe religiosa" (que es lo que uno piensa al principio de la canción), cuando en realidad se refiere a creer en uno mismo, a tener "fortaleza interna".

Como todos los cantantes famosos, Capó era una figura internacional y era admirado en todo el hemisferio, además, vivió en Nueva York y murió allí. No importaba donde estuviera tenía planificada una "Luna de miel en Puerto Rico" para todos los boricuas. Era una meta posible para el borincano desplazado de su tierra por necesidad inevitable o por deseo de progreso. Un estribillo sobre la ilusión que es regresar y volver a esta tierra para los que nacen aquí y adoran esta burundanga. Ese deseo lo plasmó en un sueño; un deseo perpetuo de retorno a la patria en una de las canciones más hermosas y menos política que se han escrito sobre Puerto Rico.

Si por casualidad, duermes y sueñas 
que te acaricia la brisa, y sientes 
que el rocío mañanero besa tiernamente tu mejilla, 
y el aroma del café te hace cosquillas, 
seguro sueñas que estás en Puerto Rico.

La isla definida y resumida en nueve versos, con su elemento cómico del "aroma que te hace cosquillas" que casi lo sentimos según lo escuchamos. Y si “El contemplado” de Pedro Salinas nos evoca nuestro mar, para aquellos que no conocen al poeta, esta descripción no los defrauda: "…que te enamoran las olas, y que hay un cielo azul en conjura con la luna para hacerte prisionero…". Es digna de cualquiera que se llame o pretenda llamarse poeta, y enfatiza que los puertorriqueños somos seres del mar y del cielo, y, como ya había dicho, chismosos, racistas y graciosos.

Sin embargo, Capó completa su glorioso himno a la nostalgia con eso que se lleva por dentro y a veces es inefable:

Yo no puedo ocultar 
el orgullo que siento 
de ser puertorriqueño, 
y que mi pensamiento, 
no importa donde voy me fuga hacia la islita, 
no importa donde voy a la Tierra Bendita, 
mi pensamiento vuela...

"Soñado con Puerto Rico" es una canción que —junto a nuestros himnos nacionales alternos como "Preciosa", "En mi viejo San Juan" y "Verde luz", viajan por el mundo en la memoria o en la voz de todo puertorriqueño, y hace evidente que, no importa dónde estuviera, el gran artista que era Bobby Capó entendía y soñaba con Puerto Rico.


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