Un estudiante sobresaliente de la Universidad Princeton se ve atrapado en una situación en la que, para poder pagar sus estudios, tiene que recurrir a los juegos de azahar. Específicamente juego póker a través de la red y, para ganar algo más, recluta a otros estudiantes para que jueguen. El decano está decepcionado con el hombre porque le ha causado grandes pérdidas a sus amigos y le aconseja que o deje de hacer sus apuestas o deje la escuela.
Richie Furst (Justin Timberlake) intenta usar todo el dinero que le queda para jugar y ganar acumulando así la cantidad que necesita para completar la maestría y dejar de jugar. Si alguien ha visto los avances (“trailers”) de esta película sabe que eso no ha de suceder. Y si uno ha respirado sobre la tierra más allá de los quince años, también lo debe de saber.
Sin embargo, el genio Richie, se va a Costa Rica buscando a Iván Block (Ben Affleck) el empresario que opera el emporio de juego desde ese país para reclamarle que lo estafaron en la jugada de sus últimos dólares y que, sin embargo, no lo ha delatado ni lo ha reportado a la policía. Iván, inmediatamente le agradece el gesto al “ivy-leaguer” y lo convierte en su mano derecha.
Nada de lo que les cuento NO se puede ver en los avances. Y todo lo que sucede después es tan tonto y tan predecible como que en los próximos cinco segundos alguien va a meter la pata en algún punto del globo.
He aquí una película que costó $30 millones y no provee un solo momento de suspenso, ni de excitación. El guión es tan torpe y tan tonto que nos adentra en la vida patética del padre de Richie que es… jugador también y que le debe dinero a muchos maleantes. Dios mío, ¿qué ha de suceder?
Hay tantas fallas en la lógica de la trama que es ridículo, incluyendo que una universidad deje que un estudiante superdotado se marche sin ofrecerle tratamiento para su mal. Vivimos en el siglo XXI y la ayuda que se le ofrece en la universidad a los que abusan sustancias adictivas es enorme y un derecho del estudiante. Claro que hay fallas, pero no a un tipo que estuvo haciendo cientos de miles en la bolsa antes de abandonar esa carrera lucrativa para volver a estudiar.
Timberlake tiene en este filme el atractivo de una mano de números bajitos sin secuencia y despierta tanto interés en su personaje que uno desea que se vaya a otra película. Por qué la novia de Iván se fija en él es un misterio, máxime cuando Iván se parece… es… Ben Affleck. Affleck está un poco más grueso de lo que le conviene, particularmente si es que va, como se espera, a representar a Batman próximamente. Pero por lo menos el personaje de Iván tiene sentido porque sabe lo que quiere y es un pillo sin escrúpulos. Affleck se goza lo poco que tiene que hacer con un personaje sobre el que, gracias al guión, nos importa un bledo lo que le suceda.
Aunque Iván es un personaje de cartón, Affleck se corruga cuando es necesario y tiene unas escenas en la que nos recuerda que una vez se esperaba mucho de él como actor. Aquellos que vieron “Boiler Room”(2000) saben de lo que es capaz si se lo propone. Tal vez, su carrera como director de gran mérito (“Gone Baby Gone”, 2007;“The Town”, 2010; “Argo”, 2012) es lo que en realidad le interesa.
La dirección de Brad Furman es soporífera porque el guión no ayuda. “The Lincoln Lawyer”, 2011 no estuvo mal y demuestra que Furman puede hacer las cosas bien partiendo de una buena historia. Todo lo que ocurre parece parte de un anuncio malo de esos pasan por televisión. Por suerte, ya que lo que está sucediendo es harto familiar y aburrido, de vez en cuando vemos tomas de San Juan (que pasa por Costa Rica la mayoría de las veces, aunque creo haber visto el volcán Poas, que no está muy lejos de la capital del país hermano). Identificar lo que está en el fondo y dónde estamos, es lo más divertido de esta cinta.