En la era de la cibernética, tras el rompimiento y delineamiento de las fronteras geográficas y la “mundializacion” de las economías, se contrapuntea la figura humana. Se experimenta una metamorfosis en la estructura ética y valorativa de las sociedades, sean estas industrializadas o en vías de desarrollo. El desarrollo y el empobrecimiento de la cultura de masas -vía la globalización de los medios de comunicación y la socialización del consumo a través de los mercados-, impone formas, en apariencias heterogéneas de interpretar la realidad social, humana y cultural. Estas formas nuevas de interpretación, pese a sus contradicciones, permiten al pueblo, acceder y manjar- pero no necesariamente conocer-, información que otrora pertenecía a las elites intelectuales, vale decir, a llamada clase letrada o escribal, Iluminada o Ilustrada: a la Inteligetsia.
En efecto, se difuminan las fronteras entre lo público y lo privado, entre lo social y lo individual y entre el Yo y el Nosotros. Así, se experimenta, de forma exacerbada el individualismo y no la individualidad, la competitividad y no la competencia, que involucra el desarrollo máximo de las aptitudes y la inteligencia integral. De esta forma, se experimenta la devaluación de las normas, las reglas culturales y los paradigmas tradicionales de los procesos de socialización, produccion de conocimientos, interpretación de las relaciones interpersonales e intergrupales y la ausencia de un compromiso honesto y digno con un Nosotros ético, moral y espiritual.
El Yoismo ahoga la creatividad del Otro. Se exacerba la xenofobia, el racismo y la petulancia etno-geocentrista. En efecto, se incrementa, de forma paradójica, la ignorancia ilustrada. Surgen la parcializacion de los saberes, los feudos intelectuales librescos ajenos a la realidad y las necesidades de la humanidad doliente y carente. Se experimenta el resurgimiento del existencialismo sartriano, el nihilismo de nitzcheniano y el ateismo marxiano. En este sentido, dichos sistemas filosóficos y ontológicos de interpretación de lo social, producen un análisis y un conjunto de presupuestos, cuyo mensaje tiende a ser desperanzador, despersonalizado y en última instancia, una antropoformización de la vida cotidiana.
Huelga decir que, dadas las transformaciones tecnocientíficas y sus efectos avasallantes en la producción de conocimientos, recreación de la cultura y las formas de interpretar las realidades humana, natural, social, cultural, religiosa y espiritual, como así también, el vacío existencial creado por la crisis de los paradigmas sociopolíticos, -el derrumbe del comunismo, la crisis hegemónica de las potencias capitalistas, el surgimiento de las potencias regionales de Brasil, Sudáfrica y la India y el calentamiento global, entre otros-el ser humano siente un vacío existencial. Vacío que asfixia y amena la civilización humana en toda su expresión y diversidad. No obstante, dicha carencia, no se traduce en la muerte de la civilización. Por el contrario, significa un renacer de la cultura humana y la gran diversidad de sus formas de expresión y concreción.
Se trata, en fin, de democratizar y acceder al poder de grupos, clases, etnias, naciones, credos religiosos, pueblos y comunidades, que otroramente se les consideraban eufemísticamente “incivilizados”. Pero, ¿qué significa civilización? ¿Quién la define? ¿Cuáles son los parámetros de la nueva civilización? Aún no lo sabemos. Pero, lo que sí debe quedar meridianamente claro es que: las fronteras se definen en la “incivilización” donde la dignidad indigna.