Las Fiestas del 2012

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Nadie puede decir con seguridad absoluta qué significa el personaje del Vejigante. Puede ser tanto un diablo (o diablito) como una imagen sagrada, tanto un bufón como un sabio, tanto un gozador de placeres sensuales como un shamán que cura quejas físicas y espirituales, tanto una amenaza para espantar los niños como una fuente de energía, esfuerzo y valor. Presumimos que la herencia africana de las fiestas de Santiago Apóstol de Loíza se preserva principalmente a través del Vejigante y que esta figura tiene sus orígenes en las mascaradas y desfiles (mummings) de la África occidental. Si son tradiciones yoruba -lo que las investigaciones más recientes indican que no es probable-, congo-bantú o de otra región o cultura tampoco se puede establecer con seguridad. Su sincretismo también incluye algo de las tradiciones de la España medieval. 

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No obstante, el Vejigante parece mejor representar la característica egungun (de los yoruba) de llamar a los ancestros y comunicar con ellos a través de los cuerpos vivos. Es la memoria --parcialmente borrada, fracturada, trastornada, sumergida o escondida, tal vez-- pero que siempre vuelve, vive y muere para renacer. Por eso, dentro del contexto de las procesiones y las artes festivales el Vejigante funciona de manera similar a la bomba dentro de su contexto musical afroboricua. Cada año asisto a las procesiones de Santiago Apóstol los días 26, 27 y 28 de julio que corren casi tres millas desde la plaza del pueblo de Loíza por la ruta 187 hasta Las Carreras, el sector donde la leyenda dice que encontraron el primer santo --Santiago de los niños-- tallado en madera. Más tarde añadieron dos más: Santiago de los hombres (26 de  julio) y Santiago de las mujeres (27 de julio). Pero la última y usualmente más concurrida procesión del 28 de julio está reservada para Santiaguito.

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Los santos son llevados en literas en los hombros de devotos, mientras frente a ellos brincan, bailan y festejan no solamente los Vejigantes pero también los Caballeros que parecen representar los señores españoles, las trasvestidas Locas que limpian la calle, coquetean y sexualmente hostigan a hombres, mujeres, policías, motoristas, etc. y los Viejos con su ropa rayada y máscaras usualmente hechas de cartón. También frente al santo del día corre el Carretón Alegre --un mini-museo caminante de información sobre las fiestas que pulsea grabaciones de música caribeña contemporánea --salsa, merengue, reggae, reguetón, calipso, soca y más-- a través del camino. 

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Detrás del santo va el camión de la banda municipal tocando danzas tradicionales. Cada procesión llega al punto donde erguía el viejo palo de corcho donde supuestamente encontraron el primer santo para entonces virar y regresar a la ruta 187 y dispersarse en los procesos familiares del festejo general. Este resumen no capta varias de las sutilezas de este evento rico y complicado. Pero sí subraya su vitalidad y urgencia, el alto nivel de participación comunitaria y el incontenible impulso de seguir, compartir y transformar tradiciones aún dentro de un ambiente social que tiende a negar la memoria, las artes manuales, las tradiciones y creencias locales y los eventos no mediáticos.

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Comencé con los Vejigantes porque ha florecido una nueva participación --una nueva generación-- que incluye niños, jóvenes y mujeres-- y muestra múltiples variaciones en la talla de la máscara de coco, sus colores, las lenguas y los ojos y los diseños de las telas de los vestuarios. Los estilos clásicos de Castor y (su hijo) Raúl Ayala se han transformado en una estética más individualizada y expresiva para el Vejigante actual. Su presencia en la calle parece tomar nuevo auge ya que la máscara es más un reflejo de su imaginación y personalidad. Son estas variaciones que he intentado captar en las fotos de las fiestas de 2012.

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También la cantidad de Caballeros, Locas y Viejos ha disminuido. Hace seis años cuando escribí Caballeros, Vejigantes, Locas y Viejos: Santiago Apóstol y los performeros afropuertorriqueños encontré más creatividad e imaginación, especialmente entre los jóvenes, en las Locas y los Viejos que crearon y actuaban. El resurgimiento del Vejigante desde 2009 parece casi neutralizar esa premisa. Como el año anterior, este año hubo pocas Locas, aunque en la procesión del 28 de julio, después de varios años de ausencia, Julio Plaza regresó a las fiestas con su personaje genial de una “Loca feroz”.

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Hubo dos comentarios este año de cómo el merengue, reguetón, soca, etc. tienden a desprestigiar las fiestas y su tradición musical. Sin decirlo directamente, parece que fueron dirigidos hacia el Carretón Alegre y su mezcla caribeña, que incluía más soca --música de baile y fiesta de Trinidad que ha evolucionado del calipso-- este año que en años anteriores. También hubo la participación de un pequeño combo de tambores de acero en la última procesión. Los toques de bomba en el bohío de la familia Ayala también han asumido mayor importancia en años recientes. Estos desarrollos me parecen de gran importancia en términos de los elementos afrocaribeños compartidos dentro de las fiestas y en la música de la región. La música más “culta” de la banda municipal tiene su lugar importante pero la energía detrás del evento y la participación de tantos jóvenes dentro de las procesiones se debe mucho más a los toques bomba y la música del Caribe actual.

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Pero sí quiero explorar lo referente al Carretón y los personajes carnavalesco dentro de las procesiones. Me parece que el Carretón se separa demasiado --hasta 500 metros-- de los santos. Esto crea la impresión de dos procesiones --una detrás de la otra-- en vez de un movimiento como conjunto de actores que trabaja un balance de efectos. Esto no es evidente el 26 de julio (Santiago de los hombres) que es la procesión más pequeña y usualmente no cuenta con la participación del Carretón. La separación tampoco es tan pronunciada el 27 de julio (Santiago de las Mujeres). Es la última procesión (de Santiaguito) cuando se da un sentido de discontinuidad más impactante.

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Hace varios años los oficiales de la policía todavía caminaban con los santos. Después corrían bicicletas y montaban caballos para seguir las ruta. Más recientemente los oficiales montados en motoras han sido la regla dominante. Este año dos patrullas controlaban el paso de los santos y otros aspectos de las procesiones. Lo que antes era la función del Jeep con la careta grande de Vejigante ya parece estar en manos de los oficiales de la policía.  Por eso, tal vez, el Carretón Alegre y la mayoría de Vejigantes, Caballeros, Locas y Viejos corrían tan por frente del santo. Por eso los Vejigantes no podían salir bien en masa de Las Carreras para finalizar sus actos. La presencia policiaca dentro de las fiestas es importante para el orden público pero su papel debe ser facilitar y no intervenir en el proceso de las celebraciones.

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Año tras año regreso, corro los santos, tomo fotos y fotos y más fotos. Es el evento puertorriqueño más caribeño y más africano y muestra mejor que cualquier otro los puntos de contacto culturales entre las Antillas mayores y menores y entre nosotros mismos. Participar es regresar a un sentido humano de la vida.

*Fotos cortesía de Lowell Fiet y Claridad.

Publicado en Fotografía

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