“Si volviera a nacer, volvería a ser maricón". O lesbiana. En esto coincidimos todos, al menos todos los que seguimos vivos heroicamente en una sociedad heterosexista y homofóbica porque hemos conseguido salir indemnes con mejor o peor suerte de sus criminales políticas de propagación del VIH, de acoso y persecución institucional y social desde pequeños hasta mayores. Esto es el orgullo gay, no otra cosa. Orgullo de seguir vivos y haber sorteado todo un dispositivo de disuasión encaminado a reprimir, desviar, invertir, obstaculizar, penalizar, martirizar física y psicológicamente nuestra preferencia sexual.
-Paco Vidarte
Desde un tiempo a esta parte, no pasa una semana sin que me entere de una estudiante que salió del clóset y la echaron de la casa, de otra que hizo lo propio y la golpearon después de quitarle todo privilegio de comunicación social, de una más que al hacerlo le quitaron todo apoyo económico para continuar estudios. Las historias se multiplican. De seguro quien lee conoce muchas más que son verdaderas situaciones de horror.
El denominador común de estas tragedias cotidianas es la homofobia paterna-materna que campea con su falta de respeto por doquier en nuestro país. Hay sus excepciones, pero son las menos. La mayoría de las madres y de los padres nuestras consideran que una manera de hacernos recapacitar y que se nos quite ese “capricho” de ser lesbiana, gay o trans es privarnos de ciertos bienes materiales o abusarnos físicamente. Nada más perverso y contrario a la buena maternidad y paternidad.
No hay que ser madre para saber que a las personas se les debe tratar con dignidad y se les debe respeto. No hay que ser padre para saber que tal filiación no se alimenta solo con bienes materiales, sino con afecto e incondicionalidad. No hay que ser madre para saber que los golpes no sanan la orientación sexual ni el deseo de nadie. Los ejemplos que contradicen tal desatino se multiplican a lo largo de la historia.
¿Qué hacer con esta dura realidad? ¿Cómo atajarla? ¿Cómo destruirla? Las soluciones no son fáciles, pero un paso imprescindible es saber y actuar con la certeza de que no debemos nada a nuestras madres ni padres y mucho menos a la sociedad por ser lesbianas, gays o trans. No debemos nada. Por el contrario, nos deben siglos de equidad y libertad.
Un paso difícil, pero fundamental, es advertir a nuestras madres y padres contra su proceder maltratante. Si este persiste, es justo elevar nuestro reclamo a las instancias pertinentes. Sé que este asunto puede ser peliagudo si nos topamos con la homofobia institucional rampante en Puerto Rico, pero hay que hacerlo.
Por otro lado, urge que nos diseñemos espacios de libertad. Es importante que fortalezcamos nuestra red de apoyo. Es necesario que exijamos justicia en los espacios públicos. Es urgente que identifiquemos aliadas. No es suficiente. Pero por algún sitio tenemos que empezar a establecer redes para forjar más espacios de libertad queer en este país. Se nos va la dignidad y la vida en ello.
* Nota: Una de esas aliadas es la iniciativa de la UPR-Mayagüez llamada ¿Del otro lao?: perspectivas sobre sexualidades queer que se celebra cada dos años. En este escenario de alianzas podemos escuchar testimonios y hallazgos de especialistas. También podemos conocer organizaciones cómplices que, día a día, laboran en pro de las comunidades queer. Anímate a participar y corre la voz. La convocatoria para someter propuestas para la V edición vence a finales de octubre de 2013. *