Desde la perspectiva social y política (en su acepción teórica), es imperativo preguntarse si los discursos y la retórica de los partidos y la de sus candidatos en el presente proceso electoral presentan rupturas —o, al menos, distanciamientos— de lo visto en pasados comicios electorales.
La interrogante no es fácil de responder, y no lo es por varias razones. Primeramente, hay dos partidos “emergentes”, el Movimiento Unión Soberanista (MUS) y el Partido del Pueblo Trabajador (PPT); dos partidos con experiencia electoral previa, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR); y los partidos asociados con el bipartidismo existente en Puerto Rico desde hace más de 40 años: el Partido Popular Democrático (PPD) y el Partido Nuevo Progresista (PNP). Por otro lado, al haber más partidos no debe ser sorpresa que surjan caras nuevas y personas neófitas en materia de política “tradicional” y que, en consecuencia, existan diferencias. Claro está, cabe preguntarse, si estas diferencias son significativas y si es significativo el modo en que están comunicándolas, los mecanismos y recursos que están utilizando para así hacerlo.
Históricamente, la premisa básica y recurrente en todas las elecciones ha consistido en enfatizar en el mensaje negativo en contra del oponente. Las agencias de publicidad apuestan a que apelar a las emociones, a las pasiones, al odio y al miedo constituye la mejor herramienta para obtener votos. Inclusive prefieren este curso de acción que apelar a la razón de los electores. Esta estrategia ha sido utilizada consistentemente por el PNP y el PPD, y en el proceso eleccionario que hemos estado viviendo este año no ha sido la excepción.
A manera de ejemplo, vemos cómo el PNP enfatiza en la supuesta incapacidad del candidato del PPD para asumir la gobernación y señala su campaña una alegada falta de carácter, inmadurez e indecisión. Paralelamente, recurren a la vieja estrategia del miedo con el propósito de asustar a aquellos electores que, por falta de información, puedan convencerse, en pleno siglo 21, de ideas tan peregrinas como que existen conspiraciones de la antigua Unión Soviética —o de naciones caribeñas— para quedarse con Puerto Rico y que, así, termine nuestra estrecha relación con los Estados Unidos.
El PPD, por su parte, ha dirigido su campaña a atribuirle al gobernador Luis Fortuño la crisis que vive el país en todos los órdenes. Alega también que las únicas personas que han mejorado su calidad de vida en los últimos cuatro años han sido el gobernador, su esposa y un círculo de amigos, “oriundos” o habitantes de la ciudad de Guaynabo; y que, de ser reelecto, continuaría despidiendo personas y beneficiando a sus amigos y colaboradores.
En muy pocas instancias —por no decir ninguna—, los anuncios de los partidos principales han incluido propuestas precisas y viables que puedan proveer algún alivio o soluciones a alguno de los problemas que aquejan al país. En las pocas ocasiones en que han ofrecido propuestas, las mismas han sido ideas recicladas y, sobre todo, superfluas.
La diferencia más notable en los anuncios y en la tónica de la campaña han sido las propuestas hechas por el MUS y por el PPT. Lamentablemente, en el caso del MUS los escasos recursos que tiene —por su propia decisión, para sentar el ejemplo, de negarse a recibir total o parcialmente el Fondo electoral— le ha dificultado la posibilidad de diseminar más ampliamente estas ideas y propuestas. Más aún, resulta sumamente decepcionante que, cuando se hacen conferencias de prensa o se emiten comunicados con el propósito de divulgar estas importantes ideas, la prensa del país, tanto escrita como radial y televisiva, en muy pocas instancias las difunden.
Esto se agrava ante el hecho de que muchos de los señalamientos que ha hecho el MUS van a la raíz misma del Código Electoral, una ley aprobada a conveniencia y a toda prisa por la actual Asamblea Legislativa y cuyas lagunas y deficiencias han propiciado el fraude y —en el camino hacia las elecciones generales (y aún después de éstas)— que no se salvaguarde el voto del elector y la voluntad que en él exprese. En ese sentido, quiere decir que los medios noticiosos, acostumbrados a comunicar la momentánea efervescencia de un incidente, no apuntan hacia las raíces verdaderas del mismo, al origen medular de la circunstancia que están cubriendo, y contribuyen, así, en este tipo de coyunturas, a replicar la retórica, no solo del discurso superficial, sino la retórica del comportamiento, la retórica de las acciones.
Lo irónico del asunto es que, en ese marco, las propuestas presentadas por los movimientos o partidos llamados emergentes que realmente pueden ser significativas para atender los problemas del país, quedan fundamentalmente fuera del escenario de la difusión masiva, por lo que esos movimientos han tenido que engendrar opciones de comunicación novedosas y creativas. En el MUS hemos recurrido inventiva y eficientemente a las redes sociales como Facebook y Twitter y a colocar vídeos en You Tube para hacer llegar nuestro mensaje y, en el proceso, dinamitar la retórica del poder, la retórica de la ignorancia, esa retórica que exacerba las pasiones.
Ha sido mediante esos nuevos lenguajes y determinadas acciones (cuya mera selección implica una nueva retórica, además de la distinta retórica implícita en el mundo virtual y electrónico) que el MUS ha podido difundir propuestas tan necesarias para lograr el país que merecemos, tales como la despenalización y medicalización de la droga, que tanto impacto tendría en la reducción de la criminalidad; la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, que tanta justicia le haría a un sector ampliamente discriminado; la moratoria a centros comerciales y otras construcciones hasta la aprobación de un plan coherente e integral para la utilización de terrenos; la adopción de un seguro universal para que los recursos del estado vayan directamente a beneficiar al paciente y no a agrandar las arcas de los seguros médicos; y una genuina reforma legislativa que incluya el voto revocatorio y la unicameralidad, entre tantas otras buenas ideas.
El resultado de las próximas elecciones, particularmente en términos del apoyo o falta de éste que puedan recibir los movimientos y partidos emergentes, establecerá la tónica de las próximas campañas electorales. De estas nuevas tendencias recibir un apoyo paupérrimo de parte del electorado, el mensaje será claro: no importa las buenas ideas o candidatos, de lo que se trata es de exacerbar las pasiones y no la razón. Si, por el contrario, éstos recibieran un apoyo significativo del electorado, por fin podríamos decir que vale la pena invertir en ideas y propuestas —por ende, en un nuevo lenguaje—, no en trivialidades.
Esto, obviamente, dependerá del elector, sobre todo de ese elector en el que calen mensajes como el del “Voto pensao” del MUS o el de “Abran paso” del PPT, que apelan a electores lo mismo indignados con la noria que vive el país desde hace 44 años de tener como opción solo lo que le ofrezcan dos opciones poderosas políticamente que a sectores de un nivel de educación y de mayor compromiso con el país, como son los estudiantes universitarios, los sindicatos, los ecologistas y ciertos sectores profesionales, entre otros. Veremos si de lo que se seguirá tratando el futuro es de que los políticos digan lo que es meramente políticamente correcto o de que el pueblo quiera que lo sigan engañando y que el mensaje sea únicamente compatible con la función de las porritas en una actividad deportiva.
También cabe destacar que, por otro lado, dependerá de la prensa. En la medida en que ésta continúe promocionando ese tipo de conducta y de retórica —ya que mayormente difunde la información y noticias que sean de esa naturaleza vacua y repetitiva—, el elector solo se nutrirá de esa información para poder asumir una postura, para poder hacer su elección personal en un proceso de elecciones generales en el que se decide el futuro a corto y a largo plazo del país.
Confiemos en que la crítica situación que estamos viviendo provoque que los electores tomen muy en serio su responsabilidad para votar y que afinen el oído para distinguir entre la frase hueca y el análisis inteligente, entre la voluntad de engaño y la voluntad de sanear el país mediante acciones diáfanas y honestas. Por primera vez en cuatro décadas, los hombres y mujeres de este país han tenido la oportunidad de, al menos, escuchar la voz de seis candidatos diferentes a la gobernación; y cada uno de ellos representa un decir y un modo de decir.
Si los nuevos movimientos políticos reciben el 6 de noviembre un favor sustancial del electorado, se le estaría enviando un mensaje claro, no tan solo a los políticos tradicionales de los llamados “partidos principales”, sino a sus publicistas y comunicadores de que el modo de comunicar, el modo de dialogar con aquellos y aquellas a quienes se deben, ha cambiado, pues ha comenzado a sustentarse en mayor y mejor información, en mayor análisis y, en consecuencia, en mayor discernimiento y visión crítica. Faltaría entonces que esos comunicadores y publicistas con contratos millonarios, que tan bien manejan los recursos de la retórica de comunicación masiva, se apropien de los mensajes, lemas y símbolos que los nuevos movimientos han traído a la arena política, del mismo modo que han venido haciéndolo durante las últimas décadas con el discurso anticolonial y el uso, a conveniencia, de nuestra bandera. Ante eso habrá que estar alerta para, también, dinamitarles la jugada.
Lista de imágenes:
1. Kevin Bourgeois, Socio-Political Art #10, 2011.
2. Kevin Bourgeois, Radical Only In The Depth Of Their Resentment, 2010.
3. Kevin Bourgeois, Socio-Political Art #5, 2011.
4. Kevin Bourgeois, Socio-Political Art #6, 2011.
5. Kevin Bourgeois, Dig Your Own Hole, 2010.