*Colaboración especial en celebración del Conversatorio - Tarareando en clave el son de los ’70 – Memorias: La Librería La Tertulia invita al público en general, y al público setentero en particular, al Conversatorio en torno al libro de Julieta Muñoz, profesora de la Escuela de Artes Plásticas (EAP) y de la Universidad Metropolitana (UMET), Tarareando en clave el son de los ’70- Memorias , a tener lugar el jueves 22 de septiembre a las 7:00 p.m. en la Librería La Tertulia de Río Piedras, donde participarán los profesores universitarios y escritores: Luce López Baralt, Magali García Ramis y Luis Hernández Mergal.
The plainer the style, the less likely it could be used to tell lies.
Michael Foot, “Introduction” (1998)
Bertrand Russell- Autobiography (Routledge, 2000)
Se es el primer, acaso el más severo, lector propio.
Susan Sontag
“La escritura como lectura” en Cuestión de énfasis (Alfaguara, 2001)
Por tanto, lector, considera que yo mismo soy el contenido de mi libro….
Montaigne
“Del autor al lector”- Ensayos escogidos (Edaf, 1999)
Inscribir en el lenguaje la estampa-viñeta de "otra" época siempre conlleva el riesgo de no valorar, aunque sí reconciliar, la riqueza de la instancia / vivencia: sus llanuras y sus colinas; ese riesgo quizás se aminore cuando quien lo forja en su poiesis recuerde su papel en ese “otro” espacio temporal que se va convirtiendo, a veces, en “tiempo amigo”. Esto hecho con conciencia de vida y con disposición de examinar con rigor y misericordia la memoria.
En la palestra pública, -ese privilegiado y solapado lugar de opiniones y análisis, y, ¡ojalá!, de reflexiones y meditaciones- , hay un pequeñín y naciente libro titulado Tarareando en clave el son de los ’70 - Memorias, escrito por quien subscribe estas notas y prologado por Luce López Baralt. Fue escrito durante extendido aplazamiento, que dio paso a mucho examen y repaso de lo vivido, en el sentido titular del texto Confieso que he vivido de Neruda.
Es un libro tarareado, aunque también entonado, a veces, a viva voz, al menos en algunos de los títulos de sus viñetas. Está compuesto de las canciones que sonaron en los ’70, entre ellas Génesis, Dime por qué, A mí me gusta el merengue apambicha’o, Amores, The Winner Takes it All, Te llegará una rosa, Cantemos unidos, Va Pensiero, Días y flores, Madrigal, Verde luz, y, alumbrando la escritura, la viñeta de cierre: Cuando un amigo se va. Luego se nombran algunas otras que, aunque no recogen el título, reciben sí algunas de sus líneas-versos de su “Lyrics” (letra): “….raudales de ternuras y de besos…;”(Mujer Boricua); “…cést payé…” (Je ne regrette rien); “…a todas las manos que hoy trabajan…” (Oubao Moin) ; “…un poco con amor, un poco con verdad (Unicornio azul) , y “…take a sad song and make it better” (Hey Jude).
Digo en el libro:
“En cada uno de estos tramos del recorrido de la mirada tuya, lector, encontrarás el título de una canción que sonaba en los ’70(…). Y aquí en estos textos, está la clave que aparece desde arriba en el título “Tarareando en clave el son de los ’70- Memorias”. Y sé que tú la vas a sonar, ésta y otras claves, en diferentes páginas, en otros lugares, en otras urbes, en otros espacios de vida, y, también, en otros recuerdos.”
Y, engalana este libro Tarareando en clave el son de los ’70- Memorias, también, un texto bellísimo de Luis Hernández Mergal, “La clave”, que nos recuerda:
“Así como la clave es la columna vertebral de la música afrocaribeña, elemento esencial sobre el cual se organiza el ritmo, la música misma es un elemento esencial sobre el cual se organizan nuestras vivencias. Ya se ha dicho hasta la saciedad: la música es, de todas las manifestaciones artísticas, la más cercana a nuestra vida sentimental y emocional. (...) Lo cierto es que vivimos inmersos en la música o, mejor vale decir, en las músicas, pues quizá más que en ninguna otra parte del planeta, el Caribe es un lugar de entrecruzamientos musicales –aquí conviven todas o casi todas las músicas del mundo, desde Johann Sebastian Bach hasta Calle 13.
Y cada uno de nosotros lleva un sinnúmero de músicas en el alma – piezas instrumentales clásicas, boleros, bomba, plena, salsa, rock, jazz, ópera, reguetón o lo que sea- vale decir, una historia de vida, una madeja de memorias íntimamente conectadas a la música que hemos escuchado y que, haciéndola nuestra en un sentido profundamente emocional, se constituye en la clave de nuestra vida.
En los comienzos del libro, repito aquí:
“¿Cuándo comenzó este “Prolog(ando)…”?; diría yo que hace 39 años, quizás 38, ó 36, o quizás 35; de seguro, hace más de 30 años, ¡tres décadas! Saquen ustedes la cuenta, lectores amigos; sus cuentas son privadas, también éstas lo son. Tres décadas, o más, escuchando, rememorando, leyendo rostros, textos escritos, orales, escuchando cuentos, hermosos y bien hecho, y otros, muy pocos, algo ralos y muy tenues, casi sin voz propia, que invocaron e invocan este recuerdo, estas memorias, que hoy sientan sui presencia en mí, y en mis lectores; siempre preguntaba muy quedo, para así, con las respuestas o con los silencios, ir colmando los paréntesis y acortando los trayectos entre una y otra canción que en la lectura de este “Tarareando…” leerán (confío) el lector y la lectora amables.
Es un libro corto y fugitivo, casi como La prisionera, el quinto volumen de En busca del tiempo perdidode Marcel Proust, y un libro cuyas primeras páginas y su estructura, se produjeron en el entorno bucólico de los campos de El Morro unas tardes sabatinas y dominicales del mes de septiembre del 2010; las primeras páginas de este libro se escribieron en un BlackBerry, aunque sin acentos. Y, es un libro “De remembranzas y de presencias y representaciones,” y “también de algunas conmemoraciones, pues, conoce este texto, aunque también de vivencias en el mapa impalpable tatuado en cada resquicio del cuerpo mío, de mi cuerpo, mapamundi que en los cuentos, sin querer queriendo, se hace público”.
Dice Tarareando en clave….
“Pero no, no ha sido el cuerpo el topos, el locus, de las cicatrices (aunque algunas hay); los ramalazos y las punzantes agujetas han sido en el alma y desde bien adentro hoy brotan, emergen, con voluntad, luego de germinar ¿por cuántos años?
Agujetas apocadas con el fluir del Tiempo-ternura, ese Maestro imparable que nos ilustra las nociones de causa-efecto, lábaro que bien luce guindando en cada una de las letras –energía que conforman el lenguaje de nuestros pensamientos, sentir y acciones, que se asienta en los cuerpos y en las almas de nuestro prójimo, inscribiéndose también como agujetas que los hincan profundamente. Punzan o aguijonearon las agujetas, las tuyas, lector y lectora, y las mías; hoy, verás, hablo de las mías y las de algunos otros y otras quienes con el paso de los años han dejado de ser ajenas; he sentido también su punzada.”
Hay presencia / memoria de punzadas, y, como veremos al leerlo, hay muchas alegrías sincronismos hermosos, conciencia y olvido del acto de escritura, y certidumbre contundente de “paz y reconciliación”, palabras éstas que apunta Luce López Baralt en su Prólogo “Me uno al canto sin palabras”.
Tarareando en clave el son de los ’70- Memorias habla de este yo que escribe hoy aquí. Y hago mías las palabras de Friedrich Nietzsche en La gaya ciencia: “…No saben qué hacer de sí mismos y por eso escriben en la pared las miserias de los demás; siempre necesitando de los demás. ¡Y siempre de otros diferentes! ¡Dispensad, amigos; yo me he atrevido a escribir en la pared mi dicha “.
Y me pregunto en el Tarareando en clave…, en su Prolog (ando)…, “¿Por qué escribirlo? Mi respuesta a esta pregunta es: ¿por qué no? Verá el lector en el camino de lectura bastantes razones que justifican esta escritura. Y este párrafo, contrario a lo que debe ser “un buen párrafo”, va corto, muy corto”.
Y entre estas razones que justifican esta escritura está el deseo punzante, muy hondo y agudo, de que los lectores de este libro Tarareando en clave el son de los ’70- Memorias, y los lectores de ese espacio temporal de antaño, pensemos esos tiempos y sintamos de veras ¿qué fueron, ayer, para cada uno de nosotros y para el colectivo de Puerto Rico?, pensemos ¿qué representan hoy?, ¿qué aprendimos?, ¿qué podemos aprender?, et al.
En la prima viñeta del libro, Génesis, aparece signado en Tarareando en clave el son de los ’70- Memorias:
“En la urbe portorricensis de los ’70 Lucecita hizo sociedad, compañía, en su doble acepción, con quienes abrazaron su voz y sus letras; y más aún, Lucecita sirvió de báculo para algunos de nosotros, en nuestro andar por esos mundos intensos y colmados de la intrahistoria unamuniana de los ’70. Necesitábamos un cayado para sobrevivir, y a veces, una tranca que no todas tuvimos; necesitábamos tranzar por lo fino, no transar por lo áspero. (…).
Vorágine, ardor, turbulencia en ese mundo que parecía permanecer incólume ante el tempus fugit, espiral que nos arropó en sus curvas y caracoles, de la cual hemos ido saliendo poco a poco, con calma, para zambullirnos en otra espiral y en otro caracol, el “caracol del lenguaje replegado en sí mismo”, imagen hermosa de Julio Cortázar en su conferencia (…) “Algunos aspectos del cuento”, que ofreció en La Habana, Cuba, al poco tiempo de instaurarse allí la Revolución Cubana.”
Fueron, para algunos de nosotros, al menos para mí, tiempos así, de “vorágine, ardor, turbulencia…” que merecen múltiples relecturas, ya hoy con otros prismas. Este libro representa el granito de arena con el que contribuyo a que se pose la mirada en este espacio temporal de nuestra patria.
Hay también momentos presentes en este libro de kairos, sincronismos, que me regaló y regala la propia vida. Encuentros con amores, sí, de las viñetas Amores y Te llegará una rosa. Encuentros habidos en el querido Viejo San Juan, encuentros alegres y de entendimiento maduro, mas jovial, de los entramados de la propia vida. Como dice Ismael Rivera en su Dime por qué (otra de las viñetas), “yo creo en la conciencia de las almas”. Dice Luce López Baralt en su prólogo a Tarareando en clave el son de los ‘70- Memorias, que desencadena con dos epígrafes: “tararear: cantar entre dientes y sin articular palabra (RAE II 2001:2137) y la música callada (San Juan de la Cruz):
“Es la misma Julieta Victoria Muñoz quien nos advierte acerca de la verdadera tesitura de su canto: tararea, no entona a viva voz. Por más, tararea en clave: en código, à clef. Acaso sin proponérselo, con su canto silenciado renueva de manera muy personal el antiguo, siempre bienvenido género de las memorias. El lector avisado en la lectura de testimonios vitales suele quemar las páginas buscando las confesiones, las puntuales aclaraciones históricas, el suculento dato desconocido. Pero Julieta Victoria Muñoz no satisfará nunca la curiosidad factual de su lector, que, eso sí, presupone amable, como el de Cervantes: “vamos a decirlo así y vamos a dejarlo ahí” ”.
Antes de compartir con el lector algunos destellos de la viñeta cierre del libro, titulada Cuando un amigo se va, digo: “No hay mucho más que decir, amigos, después que Roland Barthes lo dijo en El susurro del lenguaje: “El pasado correcto de este nuevo verbo (escribir) no es “J’ai écrit”, sino más bien “Je suis écrit”.
…Y si hay una viñeta que atesoro es la última, Cuando un amigo se va, que así comienza: “Cuando la conciencia se aviva en el ser, el entretejido de las palabras cobra un cariz de estrellas y providencias, de esas que continúan alumbrando las noches bien oscuras, de esas que tintinan hasta en la espuma del mar, de esas que se prenden del pecho interno cuando nos des-cubrimos ante el ojo y la mirada amiga.” El epígrafe de esta viñeta es: “…empieza el alma a vibrar” y los convido a leerla.
…Y también dice Nietzsche en La gaya ciencia: “Aparece a veces sobre la tierra una especie de continuación del amor en que aquel ávido deseo que experimentan dos personas, una hacia otra, deja lugar a un nuevo deseo, a una ansia nueva, a una sed común, superior, de un ideal colocado por encima de ellos; mas, ¿quién conoce ese amor?, ¿quién ha sentido? Su verdadero nombre es amistad.”
Los convido, pues, en amicitia a la lectura de Tarareando e clave el son de los ’70- memorias.