Yulingrado y la doctrina Santini

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Imagínate despertar temprano para ir a trabajar o a llevar los nenes a la escuela —o ambas, lo que sea que hagas todos los días— coger el ascensor de tu condominio, bajar las escaleras de tu walkupo salir de tu casa para montarte en tu carro, arrancar y llegar a la salida de donde vives para encontrarte un tapón y la carretera bloqueada por la policía.

No parece haber un accidente, ni una emergencia, no hay noticias de nada ni hubo aviso alguno, sólo ves un guardia malhumorado (por tener que estar allí bloqueándote a esa hora) y te dice raspa’o (si es que puedes preguntarle qué pasa): hay una carrera. No puedes pasar. No puedes llegar a donde vas. Te la tienes que chupar hasta que termine o, si tienes suerte, coger un tapón interminable por un desvío o “ruta alterna” que al final es como haber esperado.

Esta ha sido y sigue siendo la realidad para miles de sanjuaneros desde los últimos años de la administración del ex-alcalde Jorge Santini Pandilla. Su doctrina era sencilla: usar el aparato gubernamental (el estado) para adueñarse del espacio público por un tiempo determinado, en beneficio de particulares y a nombre de una buena causa. Así nada más, sin ton ni son en tu cara y qué importa.

Podríamos hasta expresar la Doctrina Santini en una ecuación muy sencilla—que cualquier economista podría plantear mejor, pero esto es mera abstracción—en la cual t es el tiempo de adueñamiento del espacio público, p son los particulares con acceso privilegiado a este durante ese tiempo y bc es la buena causa que se beneficia de ello:

tiempo x particulares = buena causa

t x p = bc

Esta ecuación es perfecta para comunicados de prensa y titulares en los periódicos y noticieros, que siempre enfatizan la variable del particular (p), de la buena causa (bc) o del evento que justifica toda la ecuación: Celebran el Half Divas Marathon o Celebran Segunda Edición del Divas Half MarathonAcción durante tríalo Ironman de Puerto RicoAbre la Recreovía en la Isleta de San Juan,  Calles y avenidas de San Juan cerradas debido al inicio de la filmación de 22 Jump StreetTodo listo para el Ironman San Juan, y así por el estilo.

Los casos donde las causas benéficas de cada aplicación de la doctrina nunca quedan claras son los menos. Es importante aclarar también que, cuando consideramos la variable tiempo (t), la cosa se complica grandemente, pues la Doctrina Santini se ha usado para controlar el espacio público a distintos plazos (pero siempre en virtud de distintos tipos de particulares y buenas causas).

Un ejemplo de su aplicación con una variable de tiempo a mediano plazo (semanas), fue el vaciamiento con la fuerza de choque de la Avenida Universidad, que obedeció a unos agenciamientos de intereses particulares: propietarios de negocios cuyos intereses se vieron alineados en ese momento con los del municipio. La buena causa era la salubridad pública a corto plazo (había que “recoger a la juventud borracha y desordenada”) y el reordenamiento urbano de la Avenida Universidad a largo plazo (se le quería meter billete a esta calle y se iban a beneficiar ciertos propietarios).

Por otra parte, una aplicación de la Doctrina Santini con una variable de tiempo a largo plazo (meses), fue la infame ocupación de La Perla y todo lo que involucró. En este caso se aplicó la doctrina en virtud de intereses difusos, a saber: t x p = bc, donde t=meses largos, p=Donald Trump(vox pópuli), y bc=Walkable City. Se trató de una ocupación casi militar (si hablamos de uniformados con armas largas y del imaginario de un desalojo) para desarticular un “mega punto” de venta de drogas ilegales cuya selección de entre tantos otros delataba de por sí la súper estructura de poder que pretendía imponerse.

En este, como en todos los casos, las técnicas usadas para implementar la Doctrina Santini en el espacio público dependen del alcance de la variable tiempo. Para tiempos cortos es suficiente con bloquear una calle unas horas o tirar la fuerza de choque. Para tiempos largos se necesita la remoción de individuos, “cooperación interagencial”, un cuartel rodante, planes urbanísticos, etcétera.

 

Entre el espectro de la variable tiempo hay toda una tecnología política del cuerpo aplicada y hecha visible, concreta: drones anaranjados, vayas, jerseys, cierres temporeros, remoción forzada de vehículos y así por el estilo. En este artículo consideraremos más las aplicaciones en variables de tiempo corta, o sea, esos eventos de varias horas o de uno o varios días que nos sorprenden en la mañana, como ladrón en la noche.

Uno de ellos es el 5k Race for the Cure, de la ONG Susan G. Komen. Este evento resulta poco problemático porque su buena causa es muy concreta, real y evidente. La organización otorga anualmente cientos de miles de dólares a organizaciones que trabajan con todos los aspectos del cáncer de seno en Puerto Rico, incluyendo prevención y apoyo a pacientes.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, las buenas causas son más dudosas, como lo es el Divas Half Marathon. Auspiciado ahora por la Isla Estrella y la Ciudad Patria, este evento se aprovecha del rosa popularizado por Komen como símbolo del cáncer de seno: uno ve el rosita y piensa inmediatamente en la causa, pero no. ¿Tenemos que paralizar las principales arterias de la ciudadpor dos o tres becas para estudios graduados del sur de la Florida y una sola organización de Long Island? Uno empieza a dudar.

Tanto en este, como en las incontables versiones del Iron Man y filmaciones de todo tipo, uno se tiene que preguntar quién carajos gana al final. ¿Será el “pueblo de Puerto Rico” quien se beneficia de la cobertura de prensa internacional (whatever), los gastos y estadías en hoteles de los participantes (¿cuántos vendrán a ello?), o ¿será que nos alimentan un vago sentido de autoestima? ¿Quizá ver estos eventos y películas en la televisión verifica mediáticamente nuestra existencia, o refuerzan algún sentido de orgullo o pertenencia? ¿Cómo se traduce eso en costos y beneficios para la sociedad?¿Nos pagarán cada vez una millonada en permisos?

El tema de costos y beneficios para la sociedad se volvió evidente con el mayor fracaso que pudo haber para la Doctrina Santini: la carrera de carros de lujo Concours d’Elegance del Caribe. La también llamada San Juan Speedway fue celebrada el domingo 17 de abril de 2011 por una buena causa, la Casa Cuna de San Juan.  

La infame carrera paralizó toda la ciudad (no solamente el atascado Viejo San Juan) durante más de medio día. Para aquel Caos vial por cierre de Avenida Ponce de León en Puerta de Tierra nadie pidió permisos. Se exigieron explicaciones y se pidieron investigaciones, pero nunca pasó nada bajo la impunidad isleña. De aquel desastre ya no queda ni el recuerdo, solo vídeos y fotos de los particulares que al día de hoy deben gozar sus memorias del resto de nosotros paralizados para ellos. Such is life.

El problema de la Doctrina Santini y lo que la caracteriza del típico adueñamiento del espacio público de cualquier gobierno —además del noimportismo y la desfachatez— es que deja afuera múltiples outliers, factores materiales que no se contabilizan por no estar alineados con el aparato ideológico.                

 

Si consideramos los costos sociales de cualquier cierre de calle, alteración del tráfico, cambio de rutas, interrupciones al transporte público, horas no trabajadas, tardanzas de todo tipo, citas pospuestas o incumplidas, entregas no hechas, en fin, todo daño económico —del más pequeño al más grande— infligido sobre el bolsillo de uno o de los cientos de miles de ciudadanos que usan la ciudad, la ecuación de la Doctrina Santini sería otra cosa.

Los beneficios para la buena causa (bc) tendrían que ser evaluados a la luz del costo público de la variable tiempo. Sería más complicada, por añadirle alguito:

(tiempo x particulares)÷(costo básico al ciudadano)(n ciudadanos)(costos sobresalientes) = buena causa

(t x p) ÷ (cb)(n)(cs) = bc        

Como la definamos, whatever, el beneficio para la buena causa tras considerar el costo asumido socialmente sería otro. La Doctrina Santini es ideología pura en el sentido en que obvia y esconde nuestros propios intereses como ciudadanos de una sociedad que hace del espacio público su lugar de vida y trabajo. ¿Qué potencia que la Doctrina Santini sea puesta en práctica una y otra vez sin que nadie haga algo para evitarlo? La ideología puertorriqueña, que en este caso, como en todos los demás, permite la entrega del espacio público y de nuestros derechos fundamentales a cambio de una buena causa—explícita o dudosa, la que sea.

¿No puedo llegar a mi trabajo? Ah es por una buena causa, ok. ¿No puedo caminar por la calle frente a mi casa? Ah es por una película, ok. ¿No puedo salir de mi casa? Ah es por una carrera. ¿Tengo que dejar que registren mi persona? Ah es por las Fiestas de la Calle San Sebastián.

Uno esperaría que las cosas hubieran cambiado desde la victoria de Carmen Yulín Cruz, quien basó su campaña en la solidaridad con las causas civiles que recoge en su libro El poder está en la calle. Pero no, para el ciudadano común que paga su IVU, rinde planillas y trabaja todos los días que puede, las cosas no sólo han seguido igual, sino que han empeorado.

Imagínate, entrar a tu panadería favorita, comprar el pan que llevarás a tu casa para el desayuno y que en la puerta de salida te encuentres un joven con walkie talkies que te dice con cara de lechuga: no puede salir ahora, estamos filmando, no puede pasar, denos 10 minutos. ¿A cuenta de qué hemos llegado a esta bajeza, a este arrodillamiento absoluto de limitar nuestra libertad corporal, inmediata y entregársela a otro? Para los condenados al transporte público como este servidor, cada pesadilla se vuelve inaudita: desde cambios de ruta sin previo aviso hasta simple y sencillamente servicio paralizado (¿no es ilegal eso?).

Lo que ha asegurado la continuación ininterrumpida de la Doctrina Santini es precisamente nuestra ideología puertorriqueña, que aún desde la Ciudad Patria o el Yulingrado de la nueva alcaldesa, opera desde un más allá completamente enajenado de los intereses de la ciudadanía. Para la ideología toma la realidad material como mero escenario para visibilizar públicamente sus propias fantasías. Nada más.

Aunque titulares como “se alterará el tránsito por varios eventos en el Viejo San Juan” podían habernos dado una idea de que algo estaba y sigue estando mal en esta concepción y administración de la vida cotidiana de la ciudad, el plan de seguridad anunciado para las Fiestas de la Calle San Sebastián del 2014 botó la bola y por mucho.

Si ya se venía experimentando una continuidad de la Doctrina Santini en los cierres sin aviso de calles para carreras y filmaciones, nadie pudo preveer aquella pesadilla de las verjas y vayas, el delirio de control y las pervertidas pretensiones del plan de seguridad esbozado por la alcaldesa para las fiestas. A veces la materialización de la ideología puertorriqueña sorprende, y de qué manera.

¿Quién podría haber imaginado que Carmen Yulín usaría la misma lógica del Patriot Act del gobierno post-septiembre 11 de George W. Bush para justificar su Cateo Patrio? Acá tampoco faltaron las masas sometidas al miedo y dispuestas a entregar sus derechos a cambio de su “seguridad”. “Yo no he hecho nada malo, no tengo problema con que me catéen”, o “es que hay muchos locos sueltos por ahí”, decían muchos, conformes con lo que se pretendía hacer.

Por suerte sabemos cómo terminó este delirio ideológico gracias a la Unión Americana de Libertades Civiles y a la determinación de la jueza Giselle Romero, quien salvó al municipio del caos que muchos veían venir en las filas de los puntos de entrada. Era un tema de sentido común, distorsionado por la ideología.

“Es como en el coliseo” —dijo varias veces la alcaldesa en completa ignorancia de los derechos básicos constitucionales. Lo que realmente chocó hasta la incredulidad fue la torpeza de todo, la idiotez detrás de quien(es) haya(n) podido tan siquiera concebir el plan, el arrodillamiento servil del abogado que haya transformado en ordenanza una pataleta del poder. La abstracción ideológica se hizo visible tras su propia materialización: las ahora infames barreras de cyclone fence que se levantaron precariamente sobre tubos y andamios para asegurar perímetros.

¿Quién hubiera tenido esa pesadilla, de que las Fiestas de la Calle San Sebastián serían atropelladas por la Ciudad Patria? ¿Cómo puede pedirse libertad para Oscar López y a la vez Cateo Patrio para el pueblo? La ideología sorprende y nos deja sin palabras para describirla cuando se hace visible. Nos deja en un asombro mudo: ese que sentimos con el desalojo de las escalinatas del capitolio durante la huelga de la UPR, es el mismo que nos llenó el pecho ante el ridículo despliegue de verjas en pleno Viejo San Juan. Incredulidad, falta de palabras, indignación.

En medio de la ceguera semiológica de quienes actualmente manejan la visualidad del municipio (y de Fortaleza), un mal paso estético transformó un recinto Disneyficado en cárcel (o en campo de concentración, según la ignorancia otro espectro de nuestra ideología puertorriqueña).

Como con todos los problemas que nos atañen en este territorio, parecería que la única manera en que podremos recuperar el poder sobre nuestra cotidianidad es destruyendo la ideología puertorriqueña dominante. Cuales son sus estructuras y cómo podremos desmantelarla es tema de otro artículo. Por ahora, más que aceptar disculpas, toca exigir respeto: que se trate la ciudad con respeto.

Eso y comunicación. San Juan no es solamente el casco histórico, es una ciudad grande, heterogénea y compleja. Hay que tratarla dignamente y antes que nada, respetar las vidas de las personas que día a día hacen de ella su lugar de trabajo, de juego, de joda y de pasión. La ciudad es el lugar donde vive la gente y por ende no podemos tratarla como mero escenario para eventos especiales, una tarima para el o la incumbente, ni como un estudio de Holywood. Aquí se hace el pan de cada día y se construye riqueza. No hay porqué joder con eso.

Y si se va a joder con eso, que al menos se mantenga al ciudadano informado. Que se planifiquen las cosas, no solo desde la distancia del plan maestro del tecnócrata, sino desde la inmediatez del tráfico, de la calle.

Y no es que la Doctrina Santini deba ser abolida sin ningún tipo de consideración —quizá sí— es que debería haber un análisis claro y público de costo beneficio para la sociedad, accesible para las decenas de miles de ciudadanos que pagamos por estos eventos en demoras o citas no cumplidas, gasolina gastada, paralización del transporte público, horas no trabajadas, vuelos perdidos, riesgos innecesarios, turistas molestos que nunca volverán, o por la sencilla molestia de no podernos mover libremente por el espacio público como y cuando queramos.

¿Será que existen análisis de este tipo para cada permiso de triatlón y para cada calle vaciada para una toma de una película? Si existen, no los estamos viendo. Por el momento, es obvio que sus costos —tanto materiales, como económicos y eleccionarios— son abrumadoramente insostenibles. Si el poder está en la calle, se está viendo abusado, acorralado literalmente, como vaca dirigida al matadero. Para eso mejor ni salir a la calle. Mejor quedarse en la casa, “un cerdo en una jaula, en antibióticos”. Eso produce nuestra ideología.