Entendemos por evaluación el acto de asignar o negar valor a algo. Inevitablemente (quizás lamentablemente) es la primera actividad que un lector despliega durante la lectura de un texto. Su resultado determina si un texto se sigue leyendo o no, si se concluye su lectura, si será recordado.
Es bueno, me gustó, no está mal…
Nos asedian las siguientes preguntas: ¿Hay profesionales de la evaluación? ¿Hay personas más competentes que otras para evaluar? ¿Y si las hay, podrían equivocarse?
Un poema que algunos han leído y recuerdan aparentemente sólo puede ser evaluado correctamente por esos particulares lectores. Un poema que muchos o todos han leído y recuerdan,pasaa formar parte del acervo local, nacional, continental o universal. Es claro, entonces, que el hecho de que un texto poético se recuerde, se conserve y preserve, que se integre en totalidad o en parte a la memoria colectiva global o local, a la memoria de algunos o de uno, de algunas o de una, es lo que inevitablemente nos hace tomarlo en serio. La evaluación que un poeta haga de un poema suyo que nadie ha leído, y que guarda en secreto, es desde luego un legítimo derecho suyo.
¿Es la “importancia” lo importante… o es “la rosa”?[1]
El concepto de importancia es relativo porque depende de algo o alguien que percibe el objeto en cuestión como algo que contiene para ello o para ese alguien cierto significado o utilidad. Es decir, algo que le o les importa. Un poema que exalta una determinada nacionalidad es “importante” para esa nación. La criatura de cinco años que le dedica su primer poema a su madre cuenta de seguro con la importancia que la madre asignará a esa primera escritura. Aquellos poemas que una persona le dedica al objeto de su amor o viceversa son importantes para ellos dos.
La importancia suele ser principalmente definida en relación a una comunidad para la que un determinado poema tiene valor por razones que pueden no tener nada que ver con la poesía. Hay poesía que sobrevive porque tiene alguna significación especial para un grupo de personas. No discutimos aquí la legitimidad de estos valores, pero es claro que se trata de juicios que no tocan lo que sería el valor intrínseco del poema. Cést la rose l’important!
Sobre gustos hay mucho escrito y mucho disgusto
¿Hay gusto? ¿Y si lo hay, hay gustos buenos y gustos malos, en bruto o cultivados, gustos laudables o gustos que merecen palos? Y los gustos “malos”, en ciertos casos, ¿podrían producir un placer perverso que le confiere legitimidad al texto? La burla de la cual suelen ser objeto podría ser otro modo de eficacia del texto, aunque no haya sido eso lo pretendido por el autor. El placer “perverso” que un poema produzca le conferiría un valor distinto que podría ser o no ser intrínseco al texto.
¿Depende la eficacia de un texto poético del gusto o el disgusto del lector? Porque hay poemas que cumplen con su objetivo de ofenderlo, a veces con el pretexto de educarlo o sacarlo de su modorra burguesa. Si el valor está asociado sólo al bien, podría también estar asociado al mal. Si el bien es admirable por su virtud, el mal despierta fascinación. Podríamos salir de apuro siguiendo la distinción de Nietzsche entre valores apolíneos y valores dionisíacos. Pero quién se atreve a dictar cátedra sobre estos asuntos. Nada de esto atañe al poema mismo. Porque si alguien está seguro de que hay una “finalidad” en el mundo en que vivimos, podría evaluar positivamente un poema que contribuye a ella, y negativamente al que estorba u obstruye su realización.
Donde se habla de fealdad y virtud
Lo feo, ¿es una categoría estética? La presencia de lo feo en un poema, ¿llevaría a una evaluación negativa? O, ¿puede un poema ser más “bien feo” cuando “falla” en su presentación de algo bello? ¿Puede la belleza ser fea? ¿Puede la fealdad ser bella?
¿Tiene un poema que demostrar “virtud”? ¿Hay unanimidad en cuanto a qué es virtuoso? Si esto es así, ciertos actos deconstructivos de aquello que se considera virtuoso, generarían poemas sin valor o, por el contrario, los convertiría en dechados de pecaminosa excelencia.
¿Es lo mismo que algo no tenga valor a que detente un valor negativo (negativo en relación a lo que se considera virtuoso)? ¿Se opone “virtud” a “vicio” o a “pecado” o a “falta”? ¿Y un poema “pecaminoso” ¿es un mal poema? ¿Quién determinaría que sea pecaminoso?
Naturalmente, nada de esto está en la esencia del poema mismo, pero probablemente sí en su eficacia; pero a quién le importa esa eficacia fuera de aquellos para quienes el poema ha sido eficaz.
Un poema eficaz, ¿es un poema feliz?
Un poema puede ser eficaz cuando su lectura da placer, cuando nos enseña algo o cuando nos mueve a la acción. O en todos esos casos. O en ninguno si, por el contrario, la eficacia consiste en despertar en el lector angustia, depresión, sopor o estulticia. Pero esto no se refiere a la felicidad del poema porque significaría medirlo por las consecuencias puramente pragmáticas que de él se derivan.
Desde luego, la eficacia depende de múltiples factores: el interés, el afecto o el deseo manifiestos en el lector. O de su desinterés, desafecto o abulia.
“La feria de las flores”[2]… o de los valores
Puede haber valores económicos, políticos, revolucionarios, históricos, éticos, educativos, de género, lógicos o logísticos, ontológicos, religiosos, antirreligiosos, queer, straight, etc., etc… Todos ellos, como dice la ranchera, “traen pistola al cinto y con ella dan consejos”. La agresividad de esos valores, ¿pueden conferirle valor intrínseco a esos poemas?
Donde se habla de amor y de odio
El amor es ciego y el odio también; se puede amar u odiar cualquier cosa sin considerar su calidad. Los motivos pueden ser muchos, desde el reflejo condicionado hasta el valor añadido por motivos insólitos. La simpatía hacia un texto puede deberse a que el poeta es de extracción popular o vive sumido en la pobreza; tiene alguna desventaja física; ha sufrido alguna desgracia personal en su vida; está aplastado por ciertos vicios como el alcohol o las drogas; ha sido víctima de la persecución política o torturado. O el poeta tiene carisma personal, es reconocido en otros rubros (como el deporte: Guillermo Vilas o Mohammed Alí, ambos poetas). O es un criminal de guerra como Radovan Karadzic, un héroe para muchos serbios, “buen” poeta para muchos, especialmente para esos serbios. Puede haber “textos antipáticos”: el poeta es un sujeto arrogante, es machista, ha tenido demasiado éxito en su vida, etc. La compasión, la admiración o la abominación pueden transferirse de la persona a sus textos. Y si la persona es considerada hermosa o atractiva, ¿no será mejor verla recitar en vez de leerla?
El impacto inicial y el recuerdo
Las razones para que un texto impacte de inmediato en la primera lectura o audición pueden ser innumerables. Ninguna de ellas garantiza que el poema vaya a ser recordado. La eficacia inmediata es efímera. Pero muchos poetas se consideran afortunados sólo si sus escritos alcanzan estos éxitos inmediatos y pasajeros; una glorificación de lo efímero que, según algunos, es la única gloria que cabe esperar. Después del poema, el diluvio.
Hay textos que quedan en la memoria y otros que se guardan en la página escrita, una cinta magnetofónica, un disco compacto, un video, un láptop. Son los textos “felices”. Un poema feliz es un poema que se recuerda; un poema infeliz es un poema que se olvida aunque haya sido elogiado en su primera lectura.
“Los contribuyentes no pagan por analizar poesía”
Eso nos dijo un decano de Humanidades en una universidad que no nombro. La verdad es que se puede analizar cualquier cosa, pero de ello no resulta ninguna ganancia económica ni nada que pueda arrojar un juicio seguro de evaluación. Descuartizar un poema puede ayudar a entender sus partes componentes, observar su entretejido, y esto puede derivar en una juiciosa síntesis descriptiva del texto, pero de allí no resulta evaluación alguna porque falta observar cómo y qué mueve ese mecanismo, su relación con un receptor, y qué es lo que lo hace intrínsecamente poético. Un completo análisis sólo da cuenta del esqueleto de un texto. Ya quedan pocos profesores que estén malgastando el dinero de los contribuyentes de esta manera.
¿Entonces?
Entonces, ¿cuándo un poema es un verdadero poema? ¿Cuándo podemos decir que es intrínsecamente poético? ¿Existe eso?
Tema para otro día… o muchos… pero en la feria de las flores esa“rosa huraña, el amor de mis amores”, yo creo que sí existe.
Notas:
[1] Alusión a la canción cantada por Gilbert Bécaud “L’important c’ést la rose”.
[2] Referencia a la ranchera hecha famosa por Jorge Negrete “La feria de las flores”. “Aquí vine porque vine / a la Feria de las Flores; / no hay cerro que se me empine / ni cuaco que se me atore. / En mi caballo retinto / yo he venido de muy lejos / y traigo pistola en cinto / y con ella doy consejos. / Atravesé la montaña / pa' venir a ver las flores / aquí hay una rosa huraña, / el amor de mis amores”…
Lista de imágenes:
1. Foto ciudadana de un graffiti en París, 2010.
2. Acción poética, Colombia, 2012.
3. Bohemia, Graffiti en París, 2013.
4. Tommaso Mariniello, Ricordo di Vico Equense, di Fabrizio De André... e di altro. Ho bisogno di pensare spesso alle sue canzoni per ricordarmi ogni volta che anche io sono un'anima salva, Italia, 2006.
5. Acción poética, Colombia, 2011.
6. Acción poética Vicente López, Argentina, 2013.
7. Foto ciudadana, Un graffiti en una calle de Salamanca, detrás de la catedral, cerca del Huerto de Calisto y Melibea, 2008.
8. Acción poética, Nuevo León, México, 2011.