Desde hace varios años, en Puerto Rico surge una nueva aceptación y tolerancia para con el graffiti. Hoy, los “graffiteros” puertorriqueños y sus obras se pueden ver y apreciar dentro de museos, galerías, ferias de arte nacionales e internacionales -tales como la Feria de Cultura Urbana (FCU) y CIRCA-, bienales dedicadas al arte urbano, como Graphopoli, que nace a causa de una iniciativa del Museo de Arte de Puerto Rico, y hasta en colecciones privadas de suma importancia y relevancia para el país.
Muchos de estos artistas cuentan con jóvenes y exitosas carreras internacionales. Sin embargo, con esta gran aceptación ha llegado la oposición, la resistencia y el mismo debate trillado, de “si el graffiti es arte o vandalismo”. Para intentar poner fin a este debate y crear nuevas interrogantes, habría que ser sincero, lo que es blanco es blanco y lo que es negro es negro. Presento el graffiti como los dos: arte y vandalismo. Y ¿quién soy yo para poder hacer éste tipo de planteamiento y para llegar a esta conclusión? Yo soy un artista plástico, yo soy un graffitero, yo estoy ahí en medio del debate.
Para muchos, la línea que divide el graffiti como arte o vandalismo es muy fina. El graffiti nace y vive en las calles, puesto que es ahí donde el espacio privado y el espacio público coinciden. Es en ese punto de encuentro donde comienza el dilema. Sin importar la calidad del artista y su obra, el graffiti, creado sin ningún tipo de permisos por parte del dueño de la propiedad privada intervenida, para bien o para mal, es sin duda un tipo de vandalismo. El vandalismo, la destrucción, el bandolerismo y la falta de respeto van agarrados de mano.
Está claro que cualquier acto llevado a cabo sin los permisos correspondientes en un espacio privado es ilegal. Y la ilegalidad desde un principio fue, y sigue siendo hoy en día para muchos, una fuerte razón para descartar el graffiti como arte. Pero, ¿desde cuándo la ley determina lo que es Arte y lo que no lo es? ¿Desde cuándo el espacio que ocupa una obra determina su legitimidad como Arte?
Antes de continuar, hay que definir graffiti. Una definición amplia de este término sería: cualquier escritura, dibujo, rayazo o garabato sobre cualquier superficie, creada con la utilización de cualquier tipo de medio. Si nos dejamos llevar por esta definición, todas las personas en el mundo son, han sido y tienen el potencial para ser graffiteros. Es por eso que hago la aclaración de que cuando hablo de graffiti hablo del primer elemento de la cultura Hip-Hop; hago referencia directa al arte de estilizar letras, que surge en los años sesenta en la ciudad de Nueva York, cuando jóvenes negros y latinos, en su mayoría puertorriqueños de bajos recursos económicos, pintaban sus nombres en las calles y trenes de la ciudad en busca de respeto y reconocimiento por parte de sus colegas o para sólo pasarla bien entre amigos. Estoy hablando de graffiti, no de Arte Urbano o “Street Art”.
De modo que, en el espacio privado, sin los permisos correspondientes, ésta expresión se convierte en vandalismo, pero ¿qué pasa con el graffiti en el espacio público? ¿Qué es el espacio público? ¿Realmente existe tal espacio? El lugar donde todos tenemos derecho de transitar, andar, pasear y construir comunidades, entre otras cosas, se le llama espacio público. Algunos edificios, carreteras, calles, parques y plazas son identificados como tal.
No obstante, todos estos espacios "públicos" son administrados por el gobierno y su burocracia. Por tal razón, para hacer graffiti en estos espacios "públicos", el artista se ve obligado a someterse a procesos absurdos de permisología, para poder coexistir con las ficciones legales y no ser catalogado como ilícito o como criminal. Es decir, pasa exactamente lo mismo que pasa en el espacio privado. Entonces, si el espacio "público" se rige por leyes gubernamentales utilizadas a conveniencia: ¿cuál es y quién determina el espacio adecuado para este tipo de arte? ¿Cuáles son nuestros derechos dentro de este espacio llamado "público"?
Debe quedar meridianamente claro que, en el espacio "público" y privado hay graffiti pobres, de mala ejecución, y hay graffiti de calidad. En el espacio "público" y privado hay vandalismo, y hay vandalismo de calidad artística. ¿Y quién se abroga la autoridad de decir que el graffiti es o no es arte? Lo dijo el primero que habló del arte como un medio por el cual el ser humano puede expresarse y ser creativo. Lo dijo el primero que reconoció la pintura como arte. Una pieza o mural de graffiti, bien logrado, contiene todas las características de una buena pintura; desde las leyes de composición y perspectiva, hasta los contrastes de color.
El graffiti nunca pierde su cualidad artística cuando es creado de manera ilegal, más bien adquiere (agraciada o desgraciadamente) un plus de vandalismo y, ya en su estado final, logra transformarse en algo más que un simple garabato. El graffiti está diciendo algo, su presencia es inevitable, está marcando un espacio abandonado, en desuso, olvidado, marginado y con potencial. El graffiti ilegal toma un rol de carácter social cuando es algo creado con cierta intención específica, cuando es algo pensado.
Recordemos que el origen del graffiti fue totalmente ilegal y de imposición, el graffiti estaba donde no lo querían, en donde la belleza artificial hacía alardes de sí misma y para sí misma, donde se pretendía desplazar a los pobres y crear ciudades, espacios "públicos" y privados para los privilegiados, tal y como pasa en Santurce y Río Piedras. De esta forma, jóvenes reafirmaban su existencia en una enorme y compleja ciudad que a diario les decía y les hacía creer que ellos no tenían ningún tipo de control sobre el espacio en el cual les había tocado existir.
Algunos graffiteros piensan que el graffiti, al haber nacido ilegal, si algún día muere, debe morir ilegal. Otros entienden que esos tiempos ya pasaron y que para llevar acabo este arte hoy en día, y velar por su preservación, hay que trabajarlo con los permisos que la ley exige. Gran parte de los graffiteros se pasan toda una vida saltando, de un lado al otro, la fina línea que divide el graffiti legal y el vandalismo. Lo cierto es que hay graffiti indeseable que nadie soporta, que no aporta nada al arte ni a la sociedad, que no está en los lugares adecuados, ni toma en cosideración a la comunidad o al espacio, y nadie quisiera ver, ni siquiera los mismos graffiteros serios y dedicados. Este escenario se da en todas las ramas y vertientes del arte, se ven artistas excelentes, buenos, menos buenos, desordenados y mediocres, pero no dejan de ser artistas, y su progreso personal ha de confirmarlo.
En estos tiempos no es nada fácil ser, no es nada fácil ser joven, no es nada fácil ser artista y menos aún ser graffitero. Los representantes de la “ley y el orden” son cada vez mas agresivos y menos tolerantes. Las leyes son más atropeyantes, aseguran menos libertades y más restricciones, y se utilizan a discreción, sin consistencia y a conveniencia. Mientras, los precios de una buena lata de aerosol, fluctúan desde los “módicos” $7.00 hasta los $15.00. Para muchos, practicar este arte se ha convertido en un lujo.
Esto lo digo con toda la intención, para que la próxima vez que vea un graffiti en la calle (ya sabiendo que es Arte o vandalismo y por qué) no se preocupe si está lindo o no; o si está en el espacio adecuado o no, sino que piense en las posibilidades del mismo; que se pregunte qué realmente está diciendo y reconozca los méritos que merece el o la artista, o ese “vándalo" tan talentoso y repudiado. Lo digo para que se pregunte ¿cuán eficientes son las leyes que protegen al Arte, al artista y al graffitero?; ya que a la hora de fiscalizar, las mismas, son extremadamente rígidas.
Pregúntese usted mismo: ¿quiénes determinan lo que es Arte? ¿Dónde se encuentra realmente el espacio público? ¿A quién(es) le pertenece este espacio? Póngase en los zapatos de un joven que trata de expresarse, mientras sus recursos y libertades son cada vez más limitados, y que para colmo vive en un país donde el gobierno ha dejado claro que ni le importa, ni le interesa, ni respeta el Arte y la cultura nacional, y que el espacio urbano es sólo para echar una vista al exterior, sin que jamás éste sea verdaderamente ocupado.