Hay un retorno a una especie de materialismo vulgar con su esmerado empeño por matar la metáfora haciéndola esclava de operaciones físicas, de ensueños materiales. Bueno, algo por el estilo. Bien pueda que esto ya lo haya leído o escuchado en sus variadas y complejas encarnaciones: Adorno, Benjamin, Derrida, Foucault, Negri, Nussbaum, Butler. Pero, dado recientes sucesos, la reiteración se ha vuelto necesaria. Lo político, en esta mirada nostálgica al materialismo, se conceptualiza tras un limitado lente que se ciega a las líneas de fuga, al conglomerado de prácticas discursivas que definen el vasto terreno de cuerpos, figuras y relaciones. Se articula una especie de máxima absolutista que reclama "en la calle todo, contra la calle nada".
El café se hace mera sustancia y el sujeto "online" una piel sin cuerpo, o más bien un cuerpo distante y aislado de su entorno. Las relaciones de poder que se encarnan en objetos y sujetos se desplazan por una jerarquía forzada de valorizaciones. Esa verticalidad del saber/poder tiene cola y es larga. Las relaciones de poder y lo político son figurados, en esta nostalgia de materialismo burdo, con una claridad indeleble. Este tipo de discurso no se percata de las porosas fronteras entre los terrenos virtuales y físicos, así como de lo engorroso de la gramática de la multitud.
La insistencia maniquea entre el mundo allá afuera y el mundillo acá adentro (en los intersticios de la red y la computadora), no hace más que subrayar la coexistencia entre ambos. Las fronteras que dividen a ambos, aunque bien podríamos cuestionarnos esa división, es difusa. Cada esfuerzo por soterrar el espacio virtual como enajenado o enajenador produce, paradójicamente, una nueva centralidad -no me refiero a una supremacía en valor sino a una confirmación de importancia- de las operaciones inmateriales en Internet. Vaya contradicción, pues estas mismas intervenciones que insisten en la nimiedad de lo digital se manifiestan y canalizan en los flujos de información que tanto quieren invalidar o despolitizar.
La multitud no tiene un solo espacio para ser porque es singular en la pluralidad. Se es multitud en la medida que enarbolamos una gramática de la diferencia y de los muchos, en su sentido político más radical. Para que sea posible dicha gramática tiene que haber, por definición, un espacio de posibilidad comunicacional: de cara a cara, de “avatar” a “avatar”, de texto a mirada en instancias multiplicadas. La multitud existe como expresión de materialidades que se hacen inmateriales y viceversa. Ella es una línea de fuga y no un punto fijo. Nuestras vidas se encuentran enmarcadas por una dialéctica entre el terror y el refugio. Es esta dialéctica la que define la condición de la multitud y su ambivalencia, su peligro. La interpelación es un acto fundamental de ser, está simultáneamente atravesada por una sensación de pérdida y plenitud.
Por lo tanto, la comunicación es un proceso que no puede desentenderse de la inclusión y la exclusión, de una dialéctica entre menciones y silencios. Este gesto por denominar conlleva, pues, a la definición de quien te lee, te escucha y te observa, así como a la significación de uno mismo. Este proceso no es unidireccional, más bien forma parte de una simultaneidad rizomática. La comunicación, así sea en los flujos de la red o en el despliegue de piernas que marchan, es muestra de nuestra frágil existencia.
Por otra parte, la estetización de las vías de rodaje, de ese entramado asfaltado que sirve como tabloncillo de luchas, de contradicciones de clase y de fisuras sociales, le pierde el paso a las instancias de lo político que trascienden su articulación racionalizada.¿Dónde quedan el deseo, el rencor y la espontaneidad? Así se tornan bellas ciertas formas de ser y hacer por sobre otras que se descartan y se convierten en indeseables. Aquellos sujetos que pretenden armarse de estas últimas quedan, igualmente, echados a un lado. Asimismo, se disipa del cuerpo su fuerza simbólica al trocarse en mero objeto de un saber que lo convoca mediante su supremacía moral.
No pretendo ser el poseedor de una respuesta final ni original. La incertidumbre permea cada combinación de letras que aparece en este texto. Más que presentar una conclusión o alguna verdad incuestionable, aspiro a cuestionar con el ánimo de comprender. ¿Por qué no explorar los intervalos entre lo material y lo simbólico, o dar espacio a las operaciones de la duda y la ambigüedad? ¿Dónde reside la certeza si no en la convicción de lo inevitable, en la sensación de tener a la verdad por el rabo? En fin, ¿acaso en lo político no hay algo de lo inefable?
Lista de imágenes:
1. "Identity", Maroé Susti, 2004.
2. "Crowd Alone", Maroé Susti, 2004.
3. "Rage", Maroé Susti, 2004.