Tres poetas en el cruce de un verso

A la memoria de Angelamaría Dávila y José María Lima

“Casi se yama Lezama”: Lima, es el dictamen de Joserramón Meléndez en la contraportada de La sílaba en la piel. Asimismo, Ángela casi se llama Lima. Entonces, la lectura va de Lezama Lima hasta Angelamaría, porque entre Lezama y Lima falta una coma que convierte sendos apellidos en sendas diferentes. ¿Por cuál escojo llegar a Ángela? Ese es el secreto descubierto en este ciclo de lectura que se abre, pues hay algo más, un signo todavía indescifrado que se abre camino en la piel del destino. ¿Cuál será el camino a seguir, el surco abierto que me lleve hasta el signo Angelamaría Dávila: Lezama o Lima, Lezama Lima, Lezama y Lima?

El signo Ángela no es condenatorio, no dicta sentencia sobre la palabra, no le place representar la cosa, escuetamente, con uno que otro adorno.  Apártase su signo de tales designios poéticos. Como en Lezama, cada verso es multiplicidad de sentido, es el tacto ad infinitum del objeto, es muchos poemas encadenados bajo tal signo, en él se esconde el secreto de la mención por hacerse, como señal en el aire. Vale la cita puntual, desde la memoria, de las palabras del editor Joserramón Meléndez: “cada verso de Animal fiero y tierno es un poema”.

Cada verso de Angelamaría Dávila es una eternidad. Animal fiero y tierno es un libro de eternidades tangibles. Entonces, ¿Lima o Lezama?

Ella es signo vital, no sema. Latido, pulso, pero no voz del habla española ni cadena de sonidos. Se intuye un signo vital en cada verso de Ángela que es Lezama y Lima. De Narciso es bello/Narciso es pleamar: “Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas”. Leí este verso por vez primera en el año de 2003, en voz de Lezama, pero años atrás, en el México indígena de Palenque, año de 1996, leía El otoño recorre las islas, antología del poeta mexicano José Carlos Becerra. Leía al sur, muy al sur de la Ciudad de México, cerca de Cuba. ¿Por qué asomó en el 96, año de mi conversación con Ángela, el título de un verso de Lezama en el libro del poeta Becerra, tan neobarroco como el primero, pero continental en nacimiento y muerte (México-Italia)? ¿Será que el verso de Lezama es también un poema o será que el préstamo del mexicano me acercaba más a Ángela en su veta latinoamericana, en su vena cubana? 

Tenía que saber de Lezama el resto del nombre Lima. Porque pléyade es pleamar, en algunos puntos del poema de Lezama. Y porque Ángela está en ese verso poema, contenida en esencia, hecha imagen. Recorrer el poema de vuelta hasta su verso, retornar al origen para ver:

1. una paloma aislada porque vuela, lejos de la isla, sin posarse, sin estar
2. una paloma muda porque ¿cómo puede hablar quien tiene en la boca-pico (la paloma es mujer)
3. dos hojas enterradas?

Se han dado cita dos momentos: la paloma de Noé y el primer hombre de Colón que gritó tierra. Se ha dado cita la verdad, el “habitar poéticamente”, la “Cuaternidad” heideggeriana: la primera vez que el hombre y la paloma dijeron tierra se referían a la isla, por tanto, la isla es la tierra primera, origen. José Carlos Becerra –continental, mexicano, hombre –lo supo incluso antes de morirse cuando en Italia recibiera a la paloma.

Angelamaría Dávila es una aislada paloma entre dos hojas enterradas.

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Y Angelamaría en su pregunta: ¿Será la rosa?, no olvida que la rosa es tan solo para mirar aunque en este mirar también es la poeta acto de la Naturaleza: al recrear la rosa se crea. Juanramón Jiménez teoriza al respecto: mariposa de luz/ la belleza se va cuando yo llego/ a su rosa. La belleza de la rosa flota, aérea, inasible, solamente un observable. Corro, ciego tras ella.../ medio la cojo aquí y allá.../ ¡Sólo queda en mi mano/la forma de su huida!  La poeta mira desde esa mirada de Lezama que ha visto a la paloma callarse, atascarse de hojas –mirar el detalle –para, con estos pequeños datos de la paloma, revelar el secreto de Noé, del primer hombre, del nuevo mundo, de la calidad isleña de todo ciclo, de la suma de los hombres, los divinos, la tierra y el cielo... Cada verso suyo es una eternidad. Un signo vital, una pulsación, un latir.

“El poeta comunica algo más allá de los hombres”,  así dijo Gorostiza con la sabiduría que le confiere un solo poema largo y perfecto. Ese más allá de Ángela es ¿Será la rosa?, su pregunta inevitablemente igual a su respuesta pues es su espejo. Espejo de agua para Gorostiza. Agua dulce para Bachelard. Pero es Lima quien sabe, en última instancia, cómo beber las imágenes del agua, así como bebió de su vientre al hijo de ambos:  más antigua que el agua/ desde antes del sonido fuiste/ y fue el deseo mío de enontrarte/ formándose en promesa de carne/ aún no nacida. El camino es más bien un sol azul. ¿Lezama o Lima, Lezama Lima, Lezama y Lima?

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