Plena Callejera: un proyecto de autogestión cultural

En su génesis, a mediados del siglo pasado, la política cultural del recién Estado Libre Asociado de Puerto Rico buscó conjugar la conservación, la promoción, el enriquecimiento y la divulgación de valores culturales. Este esfuerzo fue en aras, principalmente, de normalizar un constructo simbólico que legitimara el proyecto político y económico del Partido Popular Democrático. La creación y misión del Instituto de Cultura Puertorriqueña fue cónsona con lo que Néstor Garcia Canclini llama el tradicionalismo patrimonialista, en el cual se instaura una visión aglutinadora y jerárquica de la diversidad de experiencias que componen la nación. La cultura, entonces, se torna recurso para ser utilizado por el Estado.

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Como nos acota Martín Cruz Santos, en el ICP se “trasluce la utilización de la cultura como objeto para la consecución de un proyecto ideológico y estratégico" (2011, 112). Si bien este tipo de modelo institucionalizado desempeñó su función en un complejo proceso de reconstrucción nacional, es perentorio reconocer las limitaciones que el mismo imponen en el proceso creativo de la cultura, en su alcance, su diseminación y la participación ciudadana. 

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Los recientes cambios sociales y culturales, encausados por la intensa interacción económica y financiera, la fluidez comunicacional de imágenes, de símbolos y de información a nivel global, han repercutido en nuevas formaciones de identidades sociales y culturales desde una perspectiva que supera los límites nacionales. Paradójicamente, lejos de ser un proceso tendente a la homogenización de la cultura a nivel mundial, la globalización económica y financiera ha exacerbado el arraigo a identidades culturales locales. El primer informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo: Nuestra Diversidad Creativa (UNESCO: 1998) devela:

la globalización favorece las interpenetraciones culturales que conducen a permutaciones múltiples y al florecimiento de nuevas culturas ‘locales’. El pluralismo cultural impregna cada vez más a las sociedades, y la identificación étnica viene a ser una respuesta normal y saludable frente a las presiones de la globalización. En este sentido, la impresión de una uniformidad mundial creciente puede ser engañosa porque las poblaciones se sirven de la cultura para autodefinirse y movilizarse. (11)

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Es en este contexto donde se impulsan nuevas e innovadoras formas de gestión cultural, desde las cuales la pasividad del destinatario se transforma en acción y en actividades culturales de autogestión. Desde el 2004, los plenazos callejeros dan cuenta de esta transformación de la gestión cultural alejándola de las estructuras estatales tradicionales de política cultural.  En los mismos se estimula difundir y compartir el género afro-puertorriqueño de la plena sin pretensiones jerárquicas entre sus participantes y reivindican un espacio de construcción simbólica en el cual se canjean y renegocian identidades sociales.

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En sus principios, los plenazos callejeros surgieron sin una agenda cultural específica, siendo principalmente una forma espontánea de celebrar el aniversario de uno de sus miembros fundadores. Sin embargo, los plenazos fueron tomando un carácter más amplio al comenzar a incorporarse talleres de baile u otros. En total, se dieron 71 plenazos entre Puerto Rico y los Estados Unidos.

 

Todas las fotografías fueron tomadas por Ángel X. Viera Vargas.