Dije que no es inmoral irse o quedarse. Dije que es inmoral multiplicarle las sombras al país y amenguarle las luces. Dije que es inmoral abrazarse al vilipendio y desentenderse de la opinión rigurosa. Dije que el país y las tribus políticas, los talentos auténticos y los medradores charlatanes, la gente honesta y la gentuza, nunca serán entidades intercambiables. Dije que no elevara Alaska a paraíso sin serpiente o le iría peor a como le había ido en “esto”.
-Luis Rafael Sánchez
i.
El corillo del cigarrillo frente a la uni es boys only. Sin mangas o con. Cortos o mahones, no importa. Gorras y/o gafas required. La conve entre los chamacos no es Chamaco’s Corner —demasiado anticuado. Tampoco hablan “como universitarios”. Llegan a la uni con pon, en tren o Tercel. Hablan de basket. Visten de Nike. No comparten los audífonos. No se los quitan para conversar. En sus mini-mochilas llevan todo lo necesario para sobrevivir media mañana de clases: libreta, lápiz, cargador del celular. Nacieron entre el 93 y el 95. En el 94 salió Sin Parar de Wiso G. Pregunto y nadie lo ha escuchado. Pido un cigarrillo. Dejé de fumar hace un año casi. Lo pido para enterarme de la composición del cuadro de los Heat esta temporada. Suena un celu: bachata. Suena otro: Kendo Kaponi. Suena el mío: audio de Rafael Acevedo leyendo Guaya Guaya. En la clase hablaremos de clase social.
Algunos colegas profesores en los Estados Unidos escriben sobre música y sociabilidad en Puerto Rico. Me pregunto si saben de la música que escucha la mayoría de los chamacos en el País. ¿Habrán siquiera leído Chamaco's Corner? Salió en el 1998 como intro al disco El Cartel de Yankee.
Yo no soy muy sociable. A menudo hago las preguntas equivocadas. En la clase de hoy, por ejemplo, pregunté a cuántos les gustaba la salsa. Coquí. En Puerto Rico, sin embargo, y según lo que uno lee en las redes sociales, la salsa está pegá. Al menos entre el profesorado. Y entre el corillo de la Avenida Universidad.
Estamos hablando de corillos distintos, en universidades distintas. Estamos hablando de diferencias de clase y de claque. Estamos hablando de que los Heat firmaron a Michael Beasley, míster, y los chamacos dicen que el campeonato se queda en Miami. Los chamacos jamás han puesto un pie en Miami. ¿Los chamacos de Miami serán más sociables que los chamacos de Cupey-Caguas-Caimito? ¿La salsa estará igual de pegá allá de lo que está acá? Porque el corillo de acá no escucha salsa. Escucha de gente que se va a vivir para allá, a donde queda Miami. Los despiden con una bachata.
(10/22/13)
ii.
Apología a Luis Rafael Sánchez
Los escritores jóvenes ya no quieren escribir como tú —heriste sus sensibilidades. Ultimamente, la única sensibilidad susceptible a heridas es musical. Cuando llegue la hora de despedirme de la isla, yo quiero High and Dry de Radio Head en mis audífonos, quiero Cuentos en Cuerpo de Camisa debajo del brazo, quiero a mi amor a mi lado y el odio de mis colegas en las redes sociales. Quisiera, además, mi edición de la Guaracha autografiada. Y una foto contigo para mi perfil de Facebook. O quiero Creep porque cuando llegue la hora de mi despedida, el País lucirá tan hermoso como luce hoy, y me dará rabia conmigo y con él, al decir adiós.
Si esta fuera una columna tuya, la palabra adiós abriría una ventana discursiva a un registro exquisito de composiciones musicales, que a su vez tendrían al lector sangrando por la herida. Mientras escribo, tengo La Palabra Adiós de Tite Curet Alonso (canta Rubén Blades) en mis audífonos y mis heridas de hoy en orden ascendente son: vivir, vivir en el País, creer que hacer una vida en el País es posible a largo plazo, aplazar mi salida, sonreír críticamente en el ínterin. Creo que tu columna ¡¡¡Alaska!!! tenía algo que ver con esto. Pero según algunos de mis colegas, tiene que ver con prejuicios, insensibilidad y rechazo de aquellos y aquellas que deciden partir del País.
Chico, Wico (así te llaman los hombres mayores en Río Piedras que más me acuerdan a ti), mañana hay una lectura sin pausa de tu Guaracha en la universidad y me temo que la lectura tenga que pausar por falta de quórum. Resulta que en el País no se puede hablar mal de agrupaciones de salsa ni de los giros discursivos que comúnmente se utilizan para hablar de la vida en el País. Cometiste la segunda falta. Y es grave. La pena es largarte y que te tilden de hipócrita. La pena es retractarte y que nadie olvide. La pena es que nadie más quiera escribir como tú o peor, que todos escribamos como tú, pero que tú no existas en nuestra imaginación literaria.
Nada, que me gustó tu columna. Que no dice lo que otros dicen que dice.
(10/28/13)
iii.
Leo los comentarios de un joven aspirante a un escaño en nuestra asamblea legislativa y recuerdo los inmortales versos de José De Diego en el nefasto poema del toro acorralado que muge y recuerdo la renuencia que sentí hacía la poesía en la escuela por culpa de ese poema y otros tantos de nuestros grandes políticos que escribían poesía, o cuyos discursos miembros de su partido aún citan como poesía.
Odio al toro que muge como al que no. Y a menudo me siento acorralado (vaya lenguaje figurado) por la retórica de nuestros políticos jóvenes y viejos, no hace diferencia, puesto que el discurso político no tiene edad— se estira a través del tiempo, crece, como si jóvenes y viejos anudaran sus lenguas para repetir con una misma voz las mismas metáforas trilladas. Lo demás es marketing y apellidos y peinados. Y suerte, y máquina de partido, y mala leche.
Recuerdo que cuando comencé a escribir poesía utilizaba muchos signos de exclamación en poemas donde el mar batía contra las rocas y el río crecía con la lluvia. Partía de esta noción harto extraña de que la literatura suponía enseñarnos algo.
Algo parecido me sucede cuando escucho a políticos en la radio o leo sus comentarios en las redes sociales y me frustro porque parto de la premisa de que suponen tener algo que decir. Yo me digo que no, que no estoy acorralado por ellos. Que hay algo en algún lugar en mí que muge o que ruge o que embiste o que bate. Pero no sé cómo articularlo.
Estoy cansado de que cada vez que alguien me note cansado o vencido, cite el poema de De Diego, como si el poema pudiera levantarme el ánimo. En venganza, cito del poema de Girondo. O del poema de Neruda, si siento compasión. Es mi manera de decir que el cansancio real no se atiende con poemas “positivos”, sino que se acompaña con literatura sobre el cansancio.
De los políticos, en cambio, sobre todo de los más jóvenes, sí espero que se resistan y que griten y que truenen. Todo lo que quieran.
Pero con palabras nuevas, mano. Al menos eso.
(8/8/13)
iv.
Domingo de diversión
Al finalizar el show de belly dancing, el Payaso Miguelín sube al escenario en el mal llamado “Mall de la Familia”. Mitad del público se ha ido. Lo acompaña el Payaso Rafael, vestido de negro y rojo socialista, tenis converse XX-Large. La tarima está en el sótano. Los poquitos que observan, lo hacen desde el primer piso donde el Payaso Coquito regala bombas en forma de jirafa a los pocos niños que se aventuran a acercarse. El Payaso Coquito mete miedo. Abajo, Rafael y Miguelín bailan bachata, reggaetón. Arriba, Coquito espera a que un niño le pida un globo. Entre el público se encuentra la Payasa Dulcerina, vestida de civil. Luce mustia. En la tarima, Miguelín y Rafael hacen chistes con la palabra “moco”. Par de niños ríen. Uno tiene la cara pintada del hombre araña. Coquito tiene la cara pintada de desolación. Miguelín tiene la cara pintada de cansancio. Rafael parece el payaso de la revolución. Dulcerina, sin maquillaje, luce idéntica a cualquiera aquí, donde reír es un regalo que a menudo cuesta recibir.
(8/26/13)
v.
Cornel West en Puerto Rico
El visitante gateó para abrazar a la hija de Albizu.
Un chamaco se paró justo al frente de ellos para sacarse una foto con un thumbs up.
Acto seguido, la subió a Facebook de seguro.
El primer paso, se me ocurre, es aprender a reaccionar ante la belleza.
Mi reacción inicial fue sacarle una foto al chamaco sacándose una foto junto a él abrazándola a ella, ella abrazándolo a él.
El segundo paso es aprender a reaccionar ante las pendejaces —no sucumbir ante el cinismo— cuando tengo la oportunidad de atestiguar la belleza. El chamaco no es importante.
El visitante, luego de hablar de valentía y resistencia, supo cuando era preciso gatear.
Eso es lo importante.
(9/27/13)
vi.
Travel essentials for the island intellectual in exile
una greca
una guía turística de Grecia
un guiso en el sector público o privado a larga distancia
una tarjeta de llamadas como metáfora mala para pillar con un imán contra la puerta de la nevera
una pavera al partir
un complejo de mártir
una mala leche para decir y decidir sobre la vida de otros en el lugar donde ya no se está
un lugar nuevo donde estar más cómodo, feliz y aun así
un discurso de Chicken Little para difundir en el País de las Partidas, de donde sale el mejor café del mundo para todo el mundo
una greca
(11/1/13)
vii.
El que se va podrá ser un traidor desde la perspectiva del más retrógrada espíritu patrio-cómico, pero no es pendejo. Es pendejo quien se queda, teniendo quizá la oportunidad de salir. Dicen los que saben —ausentes todos— que es un riesgo innecesario el que se corre, o “un lujo” que se gasta, el sujeto, que a saber cómo o por qué, posee una fijación en extremo extraña con los deleites y desesperos del desolado patio patrio que habitamos. De paso, es curioso cómo quienes se cantan expertos en materia del día a día en la Isla no residen en la Isla desde el 2012 o el 1992. Y sí, un día más o un día menos hace la diferencia cuando se trata de calcular el balance de nuestra cotidianidad compartida (por siempre en construcción, convenientemente). Y no, vivir la isla a través de Facebook no cuenta, no importa cuántas de tus amistades sean fieles voceros del acontecer isleño, ni cuánta literatura local te eches al cuerpo. Hay que hablar con la conciencia de dónde tenemos el cuerpo metido al momento de dictaminar sobre la vida de los demás.
[Mi cuerpo está metido en un cómodo apartamento en el área de Río Piedras, y escribo durante mis vacaciones, con la buena fortuna del bien nacido y del docente a tiempo completo y sí, esto hasta cierto punto explica mi regreso y estadía extendida en el País. Y no abundo porque ya aburro con tanto disclaimer y disclosure, pero propongo que me gustaría ver más disclaimers entre comentaristas].
Ayer leí en Facebook que quien se ha quedado viviendo aquí no sólo está conforme sino que es cómplice con la debacle económica, ética, gubernamental del País. Que si no te buscaste una salida “forzada” es porque muy probablemente te la has pasado busconeando, forzando a otros a lanzarse a la mar. O porque permaneciste callado ante semejante naufragio. Y así, el que se queda no sólo es pendejo, sino que traiciona la ley de la patria al echar a perder tanto talento radical. El comentario ofende por su espíritu patrio-cómico, en tanto migrar se presenta como la única opción de los verdaderos hacedores de la patria, que ahora asumen la ardua tarea de forjarla desde sus afueras, en el afuera izquierdista, academicista y acomodado.
Desde esta perspectiva, la Isla ha quedado presa del caco y del bully, del buscón y el retrógrada, del fundamentalista, el conforme y el pendejo. El problema es que en la Isla también vive gente en las afueras de estas categorías y en clara oposición a ellas, o que simplemente bregan con ellas, cómo pueden. Algunxs desde muy adentro. Y difícilmente. ¿Procederá la empatía?
Todos los días, muchos de nosotros y nosotras aquí nos sentamos a re-trazar nuestro plan de vida en el País con un plan de escapatoria en el bolsillo de la camisa o pantalón. Es cierto. Algunxs otrxs nos echamos mucha literatura local al cuerpo. La leemos como manuales de supervivencia. Y sobrevivimos con un pie adentro y otro afuera, dispuestos a buscárnoslas en otros lares en cualquier momento. Se vive así. Se escribe así. A manera de riesgo asumido. De gasto gradual, “lujosa” o “lujuriosamente”. Como quieran.
Y esto es lo fundamental —“los que quedan” y “los que se fueron” tienen un inventario compartido de escenas de ansiedad, desesperación y escapatorias imaginarias que deberían servir de puntos de contacto para discusión, colaboración y empatía. Procede dejarnos de pendejadas y entendernos. Mostrarnos las marcas de ese gasto gradual, con sus matices y contradicciones. Practicar la cercanía.
(7/22/13)
viii.
free comic book day
~Para Nico y Alexa~
Me desesperé y abandoné mi lugar en fila. “Lo perdiste”, dice el que estaba atrás. “Lo cedí”, respondo. No hace diferencia. Me voy a oler el popcorn frente a la taquilla del cine en el segundo piso. Me voy para la luna. “Pa'l carajo”, escucho a un chamaco exclamar luego de también ceder su lugar. “Lo perdió”. Me digo, indiferente.
En materia de pérdidas, a la noche asistí a una lectura de poesía en la azotea de dos compas poetas. Hubo un show de magia. El mago era un niño con capa de Superman y varita. Su madre, la poeta, le explicaba al público lo próximo en acontecer: “Y ahora el gran Nicolini”. Y el gran Nicolini adivinaba el color de la bolita que desapareció en el interior de una cajita con compartimientos secretos. “Creo que hemos perdido la magia”, le comenté a un amigo que también traía papeles debajo del brazo. “¿Nos la cederá, tú crees?”
Más tarde, otra compañera leyó un poema que hablaba sobre una cáscara; o más bien sobre la manera en que ella —el cuerpo que le correspondía a la voz en el poema que uno tiende a asociar con la poeta— era una cáscara. Y me pareció tan hermoso cómo ella —la poeta— decía cáscara que tuve ganas de cederlo todo, darme por perdido y desaparecer, pero entonces era mi turno y no quise ceder mi lugar.
Cáscara
Caparazón
Carroza
Capota
Carcacha
“Este calabozo, practico decir” comienza uno de los poemas leídos anoche en la azotea. El resto es magia con palabras, lo que una poeta alcanza con tan solo apuntar a un niño con una capa. Hermosura. Cesión total. A uno casi ni le dan ganas de tirarse al vacío, aunque bregaría brincar de techo en techo en la noche santurcina tras el olor del popcorn. O, vamos, de lo que sea. Algo perdido y grandioso, próximo a acontecer.
Continuará
(5/5/13)
Lista de imágenes:
* Todas las imágenes pertenecen a la serie Talking Heads de Matthew Rolston, 2013.