Cuando lloran los monstruos

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Provengo de donde se temblaba con Freddy Krueger, un muñeco podía ser diabólico o un idílico fin de semana en una playa podía estropearse ante la amenaza de tiburones o pirañas asesinas. Cada viernes 13, toda la familia temblaba con el cuchillo de Jason y ningún padre podían proteger a sus hijos de la influencia de un poltergeist. ¿Han oído hablar de Alien, el octavo pasajero? ¿Se alojarían en el hotel del resplandor? ¿Alguien teme convertirse en una mosca? Eran tiempos tétricos que marcaron una época. 

Pero como todo en esta vida, incluso el terror tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, evolucionar, y el miedo se centra en los más fuertes. Ahora la pregunta es: ¿A qué temen los monstruos? ¿Qué les haría tener pesadillas, dar rienda suelta a sus temores o quitarles el valor para enfrentarse a lo que se esconde en el otro lado de la puerta? Yo os lo diré: el fracaso. Ellos nacieron para vincularse con nuestros miedos más profundos y vivían para ser el centro de nuestras atenciones, mientras suspirábamos de alivio al no ver algo que sentíamos en la espalda. Y ahora, en pleno siglo XXI, se están quedando sin trabajo.

¿Qué a una pobre mujer le caen cien arañas por el cuerpo? ¡Qué más le da! Ni siquiera se va a inmutar, concentrada como está mirando su plato vacío, mientras observa, con una sonrisa triste, el poquito de más que pudo repartir entre sus hijos. Las arañas, más que asco, como mucho, le servirían de postre. ¿Qué un padre tiene un sueño intranquilo? Normal en estos días. La pesadilla la tendrá al despertar, cuando tenga que volver a enfrentarse al hecho de que le han despedido por esta maldita crisis en que las empresas siguen teniendo beneficios para todos, salvo para sus empleados. ¿Qué alguien quiere ir a un lugar bonito? Si no te echa atrás el precio de las entradas o el hecho de que aparcar en cualquier sitio sea digno de una odisea, lo hará el que tengas que luchar a muerte (con un cuchillo de la mantequilla) por conseguir un par de metros de arena para dejar la toalla.

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¿Y qué hace ahora la sociedad para pasar miedo? Ya no recurren a sus amigos los monstruos. Gremlins, exorcistas y payasos homicidas quedan relegados a un segundo plano, mientras la gente se acurruca en el sofá y se lleva las manos al corazón ante un nuevo caso de corrupción en el que nadie paga (bueno, salvo los contribuyentes). Nos sobrecogemos aterrorizados cuando una persona, a la que pagamos entre todos un buen salario, nos dice, desde el televisor y vestido con un traje caro, que tenemos que adaptarnos a vivir con un sueldo miserable con el que no se llega a fin de mes. 

Ahora los monstruos lloran sobrecogidos, preguntándose qué será de sus vidas.

¿Por qué en lugar de causarnos el daño moral que nos hacía temer a la oscuridad, no nos permitieron adentrarnos en su mundo para estar mejor? Al final de cuentas, no parece ser un lugar tan horrible. Aunque las serpientes son tan grandes como los árboles, los colmillos de los niños pueden atravesar el más duro metal y cada casa vacía tiene su propio espíritu maligno, es un sitio donde el malo siempre va vestido de negro y no hay que reconocerle entre el montón de "trajeados" por los que votaste, que se roban los ahorros de una vida. Allí, el asesino siempre falla la última puñalada y el periódico no tiene noticias tan tristes como que una familia perdió la vida a manos de uno; el genio del mal pierde un plan maestro por hablar demasiado, en lugar de permanecer en silencio mientras gana porque sus abogados sí saben lo que decir.

Los monstruos lloran, espantados, preguntándose cuál es su sitio en un universo donde el miedo es tan real que ningún ser ficticio puede superarlo.
 


Lista de imágenes:

1. Steve Krupp's Curio Shoppe.
2. Matt Wuerker, It lives!!