Más allá de entrar en una discusión técnica sobre los componentes fundamentales que definen un edificio verde o sostenible, deseo en este escrito abordar un tema que con frecuencia dejamos al margen de las discusiones que nosotros como arquitectos y diseñadores de espacios construidos tenemos. Abordaré los conceptos de recursos finitos planetarios y de la equidad como componentes fundamentales en la discusión de la sostenibilidad.
Al discutir el concepto de “presión demográfica”, nos referimos, principalmente, a la creciente cantidad de seres humanos que habitamos el planeta y los recursos finitos con que contamos. Este fenómeno fue traído a la atención del mundo por el reverendo británico Thomas Malthus, conocido principalmente por sus teorías de economía política de mediados del siglo XIX. Este postuló que los peligros que representa el crecimiento poblacional hacen imposible el progreso sin límites de una sociedad. El crecimiento poblacional está necesariamente limitado por los medios de subsistencia y los recursos finitos del planeta.
Una de las decisiones sociales más importantes para cada uno de nosotros es: ¿Cuántos hijos o hijas procrear? Para que las presiones demográficas sobre los recursos planetarios no aumenten, las familias no deberían procrear más de dos descendientes. Dos sustituyen a sus dos padres y, por lo tanto, se logra estabilidad poblacional y de recursos. Por el contrario, si un matrimonio decide, por ejemplo, tener cuatro, para que no haya un aumento neto en la demanda de recursos planetarios, estos tendrán que vivir con la mitad de los recursos que sus padres dieron por sentado tener disponibles. Aun si los cuatro niños o niñas fueran más “verdes” o sostenibles que sus padres, su supervivencia supone demandas y presiones adicionales, excesivas sobre el planeta, difíciles de controlar. Solo habrá que recordar las presiones de recursos que cada puertorriqueño impone sobre el planeta, las 100 toneladas de basura que en promedio cada uno de nosotros generamos, o los 1500 barriles de petróleo que consumimos durante nuestras vidas. No es de sorprenderse que en un futuro se haga necesario hacer una declaración de impacto ambiental para poder permitir procrear un hijo o hija.
La definición de sostenibilidad se fundamenta precisamente en la teoría de que futuras generaciones puedan continuar con un estándar de vida similar o mejor al nuestro, sin menoscabar los recursos planetarios. Lo que no dice esta definición es que aún, en el presente, existen millones de personas en el planeta que NO cuentan con el estándar de vida que nosotros (los que leemos este ensayo) tenemos y malgastamos. Solo para tener un sentido de escala, la cantidad de comestibles que se arrojan diariamente a la basura en Estados Unidos es suficiente para atender las necesidades de todos los habitantes que sufren hambre en el planeta... ¡¡¡tres veces!!!
Un análisis que se extienda más allá de la popular definición de sostenibilidad revelará que esta se encuentra en franca oposición a los enunciados de Malthus, que a su vez se fundamentan en las leyes de termodinámica: la más popular nos dice que todo sistema tiende al deterioro y al caos. Los cinco renglones principales que atienden la mayoría de los sistemas de certificación de edificios verdes son: 1. Emplazamiento sostenible, criterio que considera principalmente el lugar donde decidimos construir y cómo el edificio se relaciona con su entorno natural y construido; 2. Uso eficiente del agua; 3. Eficiencia energética y uso de energía renovable; 4. Conservación de materiales y recursos naturales, renglón en el que atendemos el uso apropiado de materiales, procurando que no le hagan daño al ambiente y que sean reutilizables, reciclados y reciclables, entre otros; 5. Calidad del ambiente interior, en el que cuidamos los estándares de confort y la contaminación a la que nos exponemos en ambientes interiores donde proliferan materiales sintéticos. Cumplir con estos criterios de sostenibilidad es necesario, pero no es suficiente.
Podríamos pensar, para efectos de dramatizar esta discusión, que una cámara de gas o silla eléctrica para ejecutar seres humanos que cumpla con estos criterios podría considerarse como sostenible e inclusive certificarse como tal. Sin embargo, coincidiremos en que ¡esto no puede ser! Por más eficiencia energética que utilicemos en la ejecución de un ser humano, por más sostenible que sea el emplazamiento de un campo de concentración, por más energía renovable que utilicemos en la matanza de ballenas, por más eficiente que sea el uso de agua en un inmenso campo de golf, por más materiales reciclados que utilicemos en un casino para juegos de azar, o por más confort que le demos al animal que en una correa de producción se enfrenta a su inevitable muerte... nunca relacionaríamos ni remotamente estos entornos y acciones con el concepto de sostenibilidad. La sostenibilidad, a mi juicio, supone una conducta de respeto y solidaridad con todos los seres vivos que compartimos los recursos finitos de esta hermosa nave espacial llamada Tierra.
Reflexionemos por unos minutos sobre el siguiente escenario real. La casa de William (Bill) Gates, pasado presidente y cofundador de la Compañía Microsoft, es una moderna residencia ubicada en el Condado del Rey en Washington. La mansión de cuatro niveles ocupa un área de 50,000 pies cuadrados. A esto se le debe añadir un garaje y otros pabellones aledaños con un área adicional de 16,000 pies cuadrados. El periodo de construcción se extendió por más de siete años, concluyendo substancialmente en el año 1995. La propiedad (incluyendo el solar donde ubica) se tasó en aproximadamente 136 millones de dólares en el año 2005. El impuesto anual de la propiedad ronda cerca del millón de dólares. Aunque cuenta con numerosos aditamentos y sistemas inteligentes para operar la vivienda de forma energéticamente eficiente, a cualquier persona con un poco de sentido común le resultará poco razonable pensar que esta vivienda cualifique como una sostenible cuando, de salida, pone de manifiesto un conflicto elemental de equidad y justicia social que probablemente sea el componente más importante para designar una acción o sistema como uno sostenible. Con el dinero que se invirtió en esta casa, se podría atender la necesidad de una comunidad de más de 500 familias en Haití, suministrándoles viviendas compactas que pudieran atender sus necesidades básicas en este devastado país.
Más recientemente y en una reunión de un Consejo Asesor Ambiental a nivel nacional y al que pertenezco se suscitó una discusión informal durante un período de receso. La discusión se centró en el tema de “Sustainable Warfare” (Guerra Sostenible). Lo memorable (en su acepción más negativa) es que la discusión se dio en un tono de seriedad, realidad y despreocupación, como si lo que se discutía fuera algo cotidiano. Huelga decir que quedé horrorizado. Si estos son los diálogos que se dan a estos niveles donde un ciudadano particular como yo puede oír semejante barbaridad, podrá imaginarse el lector el tipo de discusiones y planificaciones maquiavélicas que se deben estar dando en esferas de alto secretismo.
Consciente estoy de que el tema amerita una discusión más extensa y profunda, pero confío en que los conceptos fundamentales tratados aquí propicien el ponderar mandatorio para entender que ser “sostenibles” es necesario, pero no suficiente para poder cumplir con los requisitos de justicia social y equidad indispensables para lograr un planeta verdaderamente sostenible.
* Edilicio: Perteneciente o relativo a las obras o actividades de carácter municipal, especialmente las relacionadas con la edificación.
Lista de imágenes:
1) Propuesta de KengoKuma & Associates, Erik Moller Arkitekter y JaJa Architects para el Museo de Historia Natural de Dinamarca, 2012.
2) Web, "Deforestación y presión demográfica".
3) Yuka Yoneda, Art/Barn en Greenwich, Connecticut.
4) The Highline Park en Nueva York, diseñado por los arquitectos paisajistas James Corner Field Operations y Architects Diller Scofidio + Renfro.