Orlando o el desvelo del sueño americano (parte 2)

* Esta es la segunda y última parte del artículo "Orlando o el desvelo del sueño americano".

Diáspora última

“When you wish upon a star
Makes no difference who you are
Anything your heart desires

Will come to you”.
- Leigh Harline y Ned Washington
Pinocchio. Disney

Confieso que lo anterior ha sido un periplo para abordar una profunda vivencia personal. Mis suegros viven en Orlando, concretamente en Kissimmee, el más reciente asentamiento boricua en el centro de Florida. Tan intensa ha sido la diáspora, que en una generación esta área se ha convertido en la segunda concentración de emigrantes puertorriqueños, después de Nueva York. Esto lo revelan Jorge Duany y Félix V. Matos en el artículo “Puerto Ricans in Orlando and Central Florida”, un estudio detallado de esta población "en vaivén" (la proximidad geográfica facilita visitas repetidas a la Isla).

La encuesta revela que este disloque es distinto al que motivó las primeras oleadas en varios puntos significativos. Primero, hay una mezcla de residentes puertorriqueños y latinoamericanos, provocando una ambigüedad entre la identidad boricua y la más colectiva de latina o hispana; segundo, los puertorriqueños que allí viven vienen relocalizados tanto de la Isla como de otras regiones migratorias dentro de Estados Unidos (New Jersey, New York, Connecticut, Chicago y otros); tercero, proceden de un nivel de escolaridad y un sueldo promedio mayor al de los otros centros migratorios. Esto los capacita para ocupar una diversidad de puestos, desde cajeros de supermercados, pasando por posiciones clericales de cuello azul y blanco hasta profesionales, comerciantes y burócratas. (Abundan, cual contagiosa epidemia, los anuncios de abogados hispanos.) Una gran porción de los que allí viven son jóvenes que quieren iniciar una nueva vida buscando mejores condiciones de vivienda y empleo o profesionales retirados que buscan los beneficios del sistema de apoyo a los envejecientes.

Echarle una mirada a la historia de Orlando es fundamental para comprender su desarrollo actual. Florida Central fue, hasta el siglo XX, tierra pantanosa y baldía que servía de pastizales ganaderos y, luego, de latifundios cañeros. En los años ‘40, varias familias oligárquicas puertorriqueñas (los Serrallés, los García Méndez, los Ferré, los Ramírez de Arellano y los Roig, entre otras) tenían amplios terrenos en los Everglades y lujosas propiedades vacacionales en Miami. En los sesenta sabemos del "boom" de bienes raíces: Puerto Rico se vertió hacia el centro de Florida como área para especular en la compra de terrenos amplios, planos y baratos. Más de uno perdió su dinero al descubrir que le habían vendido un solar en medio de un pantano. Buenaventura Lakes fue el primer asentamiento de puertorriqueños en Orlando y continúa siendo territorio boricua al día de hoy.

Entre 1965 y 1971, la compañía Walt Disney Productions desarrolló Disney World, meca tanto de niños como de adultos. En Puerto Rico, pensamos que uno de los indicadores principales para identificar un niño desaventajado es que no haya ido a Disney. Realmente, Orlando es la ciudad que Disney hizo. No son los cítricos la principal industria que sostiene la economía, es el turismo. Vamos a Disney para participar en el simulacro utópico de compartir con los amorosos, divertidos y gigantescos animalitos antropomórficos que transforman nuestra aburrida vida en aventura prefabricada, pero excitante. Se nos vende, junto con la comida chatarra de los centros de diversiones, un mundo ecológico "light" y "con relevancia educativa", por lo que salimos convencidos de que realmente "valió la pena el prestamito que sacamos para llevar al nene" porque "aprendimos y nos concienciamos al mismo tiempo que gozamos un montón".

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Pero, no es Disney el único gran atractor en Orlando. Allí se estableció, en el 1956, la industria aeroespacial y de simulación virtual Martin Marietta, ahora Lockhead Martin, quien le suple investigaciones de alta tecnología a sus vecinos del Cabo Cañaveral y al Centro Espacial Kennedy, de la NASA. En el 1941, el que llegaría a ser el Almirante Luis de Florez (neoyorkino de origen hispano), somete la idea al alto mando de la armada estadounidense a fines de desarrollar un centro de entrenamiento basado en realidad simulada (synthetic training devices). En el 1968 se radicará el NAWCTSD (Naval Air Warfare Center Training Systems Division) bajo la sombrilla del Naval Air Systems Command. Muy pronto las grandes compañías de software y hardware(IBM entre otras) van a tener sedes en Orlando. No creo exagerar si infiero que Orlando es uno de los centros mas importantes de todo Estados Unidos en el desarrollo de programas bélicos para la realidad virtual.

La ironía aquí es inescapable: Disney y la Armada, en un apretado abrazo para engendrar, desde un lecho virtual, sendos universos simulados. Las hordas de puertorriqueños que emigran a Orlando van con la expectativa de trabajar para uno u otro jefe, o para incorporarse a la gran familia intermedia de servicios, empleados por compañías transnacionales—una verdadera "macdonalización" del consumo. Y aquí llego por fin a mi destino...

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Odio a Orlando. Lo odio con ahínco y repulsión. Les contaré por qué. Orlando, esa amalgama de carreteras que enjambran centros comerciales anónimos e insípidos con urbanizaciones indistinguibles y genéricas es justo el infierno al que me mandaría un dios implacable, vengativo, pernicioso y alevoso. Y no es que el diseño urbano de Orlando sea sui generis, no. Bien sabemos aquí lo que es vivir montados en el automóvil de tapón en tapón desde la casita soñada al trabajo forzado al atiborrado centro comercial a la nocturna casa. Lo que me repela de Orlando es que allí las trasnacionales han tenido la oportunidad de crear, from scratch, una estructura predeterminada hacia la compulsión del consumo. Es, literalmente, la salida obligada. Los espacios te llevan en continua duermevela al único entretenimiento cotidiano disponible: comprar o hacer que compras.

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Y la gente agradece, adormecida por la voluptuosidad de materia descartable hecha en la China (¡hasta los ajos nos llegan de allí!), haber llegado a poseer el sueño americano. Vivir en una casa con piscina flanqueada con tela metálica oscura, para que los vecinos no te vean; con un lago rodeando el patio, al que nunca accederás; áreas verdes y jardines umbrosos, desolados siempre; espacio para dos carros en el garaje, silencio y tranquilidad en un ambiente seguro, buen clima y, para colmo de bienes, ¡Walt Disney World a la vuelta de la esquina! Como tu pariente trabaja allí, ¡puedes entrar con descuento! ¿Quién no imagina la felicidad vestida de Mickey Mouse? Es la verdadera utopía posmoderna, no se le puede pedir más a la vida.

Pero yo, no necesariamente a la otra orilla del consumo, lo miro todo horrorizada. La náusea existencial consiste en lo siguiente: no hay lugar donde la gente no sea muchedumbre. Sólo hay espacio para el individuo (claro, divide y conquistarás). Los seres deambulan en carreteras, porque no hay calles; viven en urbanizaciones, porque no hay barrios; comen en "fast foods", porque no hay fondas (aunque así se anuncien). Ni el decorado ni la comida cambian de un centro comercial a otro. Nada es auténtico, ni el diseño de tu casa, ni el ambiente donde trabajas, ni el entramado lacónico, olvidable.

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Y siempre, siempre, la obscenidad vergonzosa de la voracidad espacial. Terrenos amplios, manicurados, idílicos, en los que se siembran miles de hectáreas de jardines decorativos, uno, tras otro, tras otro. Son sedes de transnacionales, o fincas que serán centros comerciales, justo al lado de otro gran desarrollo comercial con las mismas tiendas. Y la tierra en silencio, sometida al espectáculo. Un verdadero asesinato por el cielo.

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Todo es deliberado, calculado, producido por firmas de especialistas en manejo del mercado. Y Big Brother is Watching... Esta vez no en la persona de un dictador totalitario, sino en el sistema que te dice —Have a Nice Day!Porque en este imperio lobotomizado ya no es necesaria la vigilancia, uno mismo se encarga de "ser un buen ciudadano". Como lo advierten Antonio Negri y Michael Hardt en su seminal libro Imperio, el control del Estado está totalmente introyectado; parece como si no existiera.

Las casas están diseñadas para garantizar el respeto y el orden, amén de la privacidad. Se supone que llegas a tu casa, la puerta de tu garaje abre automáticamente, cierras detrás de ti y nadie te tiene que ver. Si, por desventura, tu vecino te atisba (¡Dios no lo quiera!), ya hay un acuerdo tácito—el disimulo. Me hago que no estás ahí y así ambos fingimos nuestra mutua invisibilidad. De vez en cuando irrumpe el caos—alguien lava el carro mientras oye salsa...o se despide del visitante enfrente de la casa (una vez los vecinos nos llamaron la policía porque estábamos "disturbing the peace"—la posdata mas larga que la data—...). Poco a poco vamos aprendiendo a comportarnos: consumimos constante y complacientemente, nos callamos la boca, nos encerramos en casa, no molestamos a nadie: the American way of life. Aprendemos cómo se vive en un mundo feliz...y miras de vez en cuando para asegurarte dónde está la cámara. Sonríe.

Como premio de buena conducta, un policía indulgente llevó a mi suegro, por entonces presidente de su junta de residentes, para que viera lo avanzado de los sistemas de seguridad en Kissimmee. Le mostraron cómo había cámaras rodeando las viviendas, estrategia producto del ahínco con que protegían a los residentes. Todas las entradas y salidas estaban debidamente contabilizadas. ¡Qué alivio!, suspiró mi suegro. Les confieso que he estado en el Bronx de noche, y no he sentido tanta violencia reprimida como la que late en el aire de Orlando. La vigilancia es ubicua e insidiosa.

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Orlando no es ni utopía ni distopia, es heterotopía. Michel Foucault acuñó este término con elocuencia en su ensayo De los espacios otros (Des espaces autres):

[...] su rol es el de crear un espacio que es otro, otro espacio real tan perfecto, tan meticuloso como el nuestro es revuelto, mal construido, confuso.

Vive en heterotopías quien piensa que es libre para escoger; se mira en un espejo color de rosa quien incurre en la ilusión de que es dueño de sus actos y su vida.

El capitalismo, ese monstruo omnívoro, construye espacios que aparentan ser continuos, pero que son deliberadamente fragmentados; son estrategias para el dominio y la homogeneización. Es primordial acostumbrarnos a desear lo mismo—la misma comida, los mismos muebles, la misma ropa, la misma película—, propagandas que el mercado ecualiza al igual que el gusto por necesidades falsas. La ideología creada por esa cultura te vende una realidad mistificada, te la disfraza de perfecta, te convence que por fin has logrado mudarte al mejor de los mundos posibles. Pero, la mirada perdida y hueca de los residentes evidencia la tragedia, cual película de horror tipo body snatchers, no te percatas que estás rodeado de undeads (y que tú eres el próximo, no se salva nadie).

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El colmo de esta penosa dicha es el mentado Celebration. Es el sueño erótico de Pleasantville, con costumbres y festivales que bajan ya de paquete, para que no pases trabajo en rituales espontáneos ni tradiciones conflictivas que erosionen la paz de la convivencia. Triunfo de la realidad chata, ahistórica, prefabricada.

Prefiero mil veces mi ciudad sucia, con sus calles torcidas, sus aceras accidentadas, sus visitantes maleducados y ruidosos, sus vecinos conflictivos. Me sacan de aquí con los pies pa' afuera. Amo cada adoquín quebrado que reluce a la luz de la lluvia en el atardecer; respiro sus vientos alisios que evocan el aliento distante de los dioses; me deleito en las caras recurrentes de aquellos con quienes comparto vivencias y noticias; celebro con alegría el privilegio de la proximidad; reitero con mis pasos los de aquellos que me precedieron en la historia de esta citadela. Amén.

Lista de imágenes:

1. Jay Andruckow, "Cinderella's Epic Wishing Well", 2010.
2. Imagen de promoción (2008).
3. Imagen de promoción de Radiation Inc., Orlando, Florida, c.1950.
4. Kevin Cantor, "There's a great big beautiful tommorrow", 2008.
5. Christine Grabig, "At the Mall", 2007.
6. Paul Martin, "Orlando", 2006. 
7. Tim Lukeman, "Surveillance State", 2011.
8. Joe Penniston, "Disney - Why do I feel like...?", 2008.
9. Rick Olympus, "Celebration Florida", 2010.