*Esta es la segunda parte de la entrevista que Marta Aponte Alsina le hace a la editora y escritora Viviana Paletta. Para acceder la primera parte de "Las naciones hechizadas: entrevista con Viviana Paletta", pulse aquí.
MAA: Una de tus entradas al Caribe literario fue la atracción de dos figuras: el puertorriqueño Esteban Tollinchi y el cubano José Lezama Lima…
VP: A Lezama Lima llegué por la lectura de Julio Cortázar, que fue muy temprana –a los trece o catorce, aunque estaba fuera del programa educativo dada la dictadura vigente, en el marco de un taller literario que ofrecía el colegio-. Cortázar puso nombres en danza: Lautréamont, Breton, Marechal, Felisberto, Piñera, muchísimos, y Lezama fue uno de ellos.
Fue un hallazgo luminoso para mí. Paradiso es un hito de la lengua castellana, lleno de vivacidad, matices, novedad y tradición en el despliegue narrativo, pero también de toda la historia dela cultura. Y a Tollinchi lo descubrí en la universidad, buscando lecturas acerca de Poe.
Lo primero que leí de él fueron estos tomos maravillosos de Romanticismo y Modernidad. Me resulta un pensador imprescindible, siempre lo tengo a mano: por su rigor, su vastísimo saber; pero lo que más me atrae de su pensamiento no es que reproduzca datos eruditos, sino que los pone en discusión, siempre deja abiertas nuevas perspectivas, posibles puestas al día según el paso del tiempo.
En cierto sentido, Lezama, Borges y Tollinchi cumplen el mismo papel: son lectores voraces, desde la insularidad o la periferia, lo asimilan todo, con desparpajo, fusionan y recrean con absoluta libertad -como corresponde a quienes se sienten herederos de múltiples y variopintas tradiciones, que no les corresponden/pertenecen del todo, una mirada amante, neófita y distante hacia los cánones establecidos.
MAA: ¿Cómo piensas la literatura latinoamericana? ¿Y tu trabajo sobre Walsh?
VP: No me imagino la literatura castellana, a partir del XIX, sin la creación americana, me resulta impensable. Creo que con ella han crecido los riesgos y los logros: no se puede pensar la literatura en nuestro idioma sin Darío, sin Vallejo, sin Martí. Y a partir de allí, todos los demás. El siglo XX ha sido una fiesta literaria, y el XXI asiste a una eclosión de autoras y autores del máximo interés. Creo que la literatura latinoamericana es de una riqueza inconmensurable, lo sigue siendo.
En Veintisiete Letras tuvimos una especial dedicación a esas escrituras tan potentes, que tienen tanto que decir, que pueden auparse para hacer el contrapunto al papanatismo por lo anglosajón que sufrimos machaconamente –solo tienes que leer las páginas de cultura de los periódicos o ver los espacios culturales en la tv–; fue nuestra política editorial la de fomentar la publicación de creadores transatlánticos así como la de recuperar la figura del exquisito traductor, de América o España –sean Pitol, Darío, Andreu Nin o Martínez Estrada.
Así también puede ilustrar esta labor la edición que preparé de los cuentos completos de Rodolfo Walsh, objeto de estudio desde mis años universitarios, siempre considerado un ejemplo del papel del intelectual americano en épocas terribles (y ahí está Operación Masacre o la Carta a la Junta Militar como hitos de su labor de denuncia), pero para el que debe reconocerse la categoría de un maestro del género, y de la escritura en todas sus vertientes.