Compromiso con el diálogo difícil, pero honesto

If someone calls me a racist, those are fighting words.

-Una antigua supervisora

Hemos trabajado tanto para no ser homofóbicos, que la mera acusación de que hicimos algo homofóbico es inaceptable.

-Un amigo

A veces, al empezar una conversación, advierto a las personas con quien comienzo un diálogo, que soy racista y homofóbico. Lo hago por varias razones, la principal es que así lo creo. Soy producto de una sociedad machista, sexista, racista y homofóbica. No estoy por encima de la sociedad, ni fuera de ella. Por lo tanto, tiene sentido que muchas de las imágenes que me inculcaron durante los años de formación, todavía estén presentes.

Ese entendimiento me ayuda a poder prestar atención cuando alguien identifica algún comentario mío como sexista u homofóbico. Eso es relevante, porque en conversaciones con otras y otros, no sólo es importante nuestra intención, sino el impacto de nuestras palabras en l@s demás. Si yo digo algo que alguien siente es racista, yo quiero entender por qué es interpretado como racista. Quiero la oportunidad también de poder explicarme mejor o si es necesario, disculparme, aprender de la experiencia.

La segunda razón para comenzar conversaciones con esa declaración, es tal vez, lograr que las otras personas en el debate se sientan más seguras, que bajen sus “defensas” y puedan escuchar y debatir sin la necesidad de sentirse atacadas o insultadas. Cuando nos ponemos a la defensiva, dejamos de oír, ocupados en defendernos de lo que percibimos como un ataque.

Desafortunadamente, la demonización de algunos términos o conductas analizadas a través del filtro “políticamente incorrectas” no acepta gradaciones (o áreas grises), obstaculiza nuestras conversaciones e impide que podamos entendernos mejor en nuestros debates y discusiones.

Si añadimos a este contexto, mi proposición pasada sobre el “debate bi-polar[1],” ese debate muchas veces propiciado por la cobertura de los medios en que sólo se presentan los dos extremos de una contreversia para sensacionalizarla, podemos ver una imagen más completa que explica por qué el debate civil es tan pobre o inexistente.

Esto lo podemos aplicar a temas no sólo importantes, sino necesarios de discusión en cualquier sociedad y/o comunidad; como el sexismo, el racismo, la homofobia, la xenofobia, el clasismo, al prejuicio contra envejecientes o el prejuicio contra personas con habilidades diferentes (a quienes antes llamábamos inútiles o inválidos). Mientras todos estos actos o tendencias se sigan demonizando y el debate continúe estando polarizado, menos dispuestos estamos a considerar tener estas discusiones y mucho menos tener la disposición de reflexionar honestamente sobre lo que hacemos y decimos, pues después de todo, sabemos que esos terminos se refieren a otros, a “monstruos”, nunca a nosotras y nosotros.

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A mi supervisora, mujer blanca con buenas intenciones y compromiso real, nunca me atreví a hablarle. Pues cuando decía que lo de racismo eran “fighting words” lo decía con mucho coraje e indignación. Esta declaración por lo menos impidió que yo pudiera comunicarle eficientemente que su enfásis en referir a gente pobre con problemas económicos a “salud mental” y “consejería” era sumamente problemático, en una comunidad donde nuestros clientes eran latinos o chinos. Preferí irme del lugar que tener una conversación sobre racismo. Todos y todas perdimos.

El amigo que quiso imponerme una condición que nunca le había impuesto a amigos heterosexuales, simplemente desapareció de mi vida. Más nunca me habló y todavía duele. Yo también dije cosas fuertes, pero no debió terminar así. Un tiempo después, un amigo en común trató de explicarme que ambos se habían criado en barrios donde la homofobia era rampante y habían asumido el costo de darle la espalda a ese tipo de expresiones; amistades perdidas; sospechas de homosexualidad en ellos, aislamiento y resentimiento, tanto de amistades como familiares. Entonces, luego de haber trabajado tanto para escapar las tentaciones de ese “bonding 'masculino' nacional”, sentirse señalado como homofóbico es intolerable. Y yo puedo entender eso, pero, ¿justifica cerrar el debate?

¿Qué podemos hacer cuando declaramos por ejemplo, “yo no quiero oir chistes sobre Dominicanos”, o cuando rehusamos reirnos del chiste homofóbico o sexista y nuestro amigo, o compañera de trabajo, o vecino, te mira y te pregunta, "¿tú me estás acusando de racista?"; "¿tú me estás llamando homofóbica, ya no puedes coger una broma? Pregunto, porque pienso que en la mayoría de las instancias, de eso es que se trata, ¿no?

Estas conversaciones y experiencias que enfrentamos en lo cotidiano, las enfrentamos con amig@s, vecin@s, familiares y compañer@s de trabajo. Con gente que a veces queremos, respetamos, o con quien trabajamos. Entonces, ¿cómo sostenemos estas conversaciones y hacemos que nuestras relaciones se fortalezcan y que la solidaridad y camaradería crezcan de manera digna y honesta?

No podemos usar la estrategia polarizante, demonizante que utilizamos con el político hipócrita que hace su carrera sobre los “valores morales victorianos de unos pocos” o fundamentalistas cristian@s que leen exclusivamente el Viejo Testamento y dedican su vida a sembrar odio y miedo, que traducen en donaciones y poder político, y que a la vez traducen en carros de lujos, joyas y mansiones. La estrategia para crear comunidad y solidaridades entre nosotros y nosotras no puede ser la misma que la estrategia del debate bi-polar, ni la continua demonización de los términos que queremos erradicar.

Yo apuesto al debate y la discusión, y pienso que la estrategia apunta a la disposición de tener esas conversaciones incómodas, dificiles y honestas. Que el amigo sepa que no piensas que es homofóbico, pero que sí hay algunas acciones o expresiones que son homofóbicas. Que tu mamá no es xenófoba, pero que algunas de las cosas que repite, tienen raíz en la xenofobia. Que tu compañero de trabajo no es clasista, pero que tal vez debe tener un poco mas de consciencia de sus privilegios, ¡o que tal vez te apresuraste en juzgar y estabas equivocado! La meta no debe ser terminar una relación, la meta debe ser mejorarla y fortalecerla con solidaridad.

Notas:

 

[1] Ya en un ensayo anterior pensé sobre el debate bi-polar.