* Esta es la segunda parte de la serie "Escrituras de representación: los fundamentos de la mirada occidental". La primera parte fue publicada el 3 de septiembre del 2012.
Además de consolidar su posición de potencia regional, la fácil victoria contra España en la espléndida guerrita de 1898 tuvo un importante valor simbólico en el expansionismo norteamericano. La élite política estadounidense, al entender su superioridad en el continente y la capacidad para competir con las potencias europeas, vio como natural el afianzamiento de su poder en la región a través de la adquisición de puestos ultramarinos en el Mar Caribe y en el Oceáno Pacífico. Esto tiene una justificación ideológica validada en la noción de competencia que guía los impulsos en la sociedad capitalista, tal y como la expresa la ideología del darwinismo social y el racismo científico.
Durante la guerra hispanoamericana, cientos de escritores y artistas gráficos acompañaron las tropas estadounidenses, pues querían estar ahí para relatar la historia de la expansión de las ideas y formas americanas por el mundo. Estos cronistas describieron físicamente los recursos naturales de las islas a su haber y señalaron alternativas de inversión para el creciente capital corporativo estadounidense. En la mentalidad estadounidense de entonces (y todavía, me temo) ésta era la única vía para lograr un desarrollo social propio para acceder a la civilización. Entendieron necesario transformar los recursos disponibles a través de los métodos de una explotación eficiente y racional, para convertirlos en riquezas o capital de inversión.
Este proceso puede verse desde la perspectiva de la misión civilizadora del hombre blanco o la del administrador que implanta sus estrategias de producción a partir de la fría ecuación de la contabilidad de intereses. La gran mayoría de los estadounidenses blancos de fines del siglo 19 estaban convencidos de la superioridad cultural, moral e intelectual de su raza. Ésa es la perspectiva compartida por todos los que escribieron sobre los nuevos territorios extracontinentales. La idea de civilizar a estos pueblos inferiores o deficientes por la mezcla racial es la justificación posible dadas las ideas sociales y culturales propias del fin de siglo en Estados Unidos y Europa.
La descripción de la isla que hacen estos autores se asemeja a lo que Mary Louis Pratt llama “vanguardia capitalista”, una suerte de exploradores (scouts) del capital quienes en sus libros de viajes por tierras tropicales identificaron posibilidades de inversión para beneficio del capital y gloria para sus naciones. Por ejemplo, el periodista Albert Gardner Robinson en The Porto Rico of To-Day (1899) quiso presentar “a picture of the people and of the country …, and to throw light upon the commercial possibilities in our new possession that lie within the reach of American business men” (8) Mientras que el naturalista Frederick A. Ober en Puerto Rico and its Resources (1898) se muestra entusiasmado con esta etapa expansionista pues sus mercados podrán satisfacer la necesidad de productos tropicales.
Del mismo modo podrán vender en las islas conquistadas sus manufacturas, maquinaria y “todo lo que necesitan las comunidades civilizadas” (2). Es constante el vínculo que establecen entre la civilización y el acceso a los bienes manufacturados de consumo. Concebían la americanización como una fuerza transformadora producto de la inversión del capital y el desarrollo industrial de los recursos productivos de estos lugares.
El principal obstáculo que identifican, sin embargo, es la herencia española, la versión más deficiente de los valores occidentales. Es propio de la vanguardia capitalista adjudicar el fallo de las economías latinoamericanas, no sólo a la vagancia de sus habitantes, sino a su incapacidad para pensar de manera racional y eficiente. Por esta razón juzgaron necesario transformar el paisaje y la sociedad hispanoamericana con la tecnología y el racionalismo capitalista europeo. Robinson, por ejemplo, describe a Puerto Rico como: “a rich garden, uncultivated, neglected, wasted.”(145)
Los autores destacan que la isla era víctima del desperdicio y la negligencia, propia de las ex-colonias españolas. Para ellos, éste ha sido el terrible legado de España. Corrupción e impuestos onerosos que limitaban sus energías productivas, y vincularon esta falta de productividad con el precario desarrollo de la sociedad en general. Con la administración americana ese jardín que es la isla se convierte en “our new farm” (150) y recomienda que sea en la agricultura industrial en donde se inviertan todos los recursos productivos.
Para los autores de estas crónicas, la expansión de nuevos mercados y la adquisición de materias primas para el capital industrial eran tan fundamental en su discurso como era la expansión de la civilización americana. Es más, para la mayoría de ellos se trataba de dos aspectos de la misma cosa. Robinson describe el proceso de expansión donde el ejército es la espada justiciera que abre paso al cuerno de la abundancia, “scattering peace, riches and blessings throughout the sun-kissed island”. (30) Esta transformación económica comenzó desde el momento mismo de la invasión. Robinson así lo destaca cuando describe la actividad económica significó en las inmediaciones del sector La Playa en Ponce, donde se acuarteló el ejército americano. Las labores de desembarco ocuparon a muchos de los lugareños que, sumado al dinero gastado por los estadounidenses en los negocios del área, transformaron a pequeñas tiendas en productivas empresas.
Es la energía de la actividad productiva dirigida por el capital industrial, el más capacitado para explotar cualquier posibilidad que le ofrezca la isla. Y es a través de la inversión y la explotación capitalista, en este caso en la industria agrícola, con la que se lograría el mítico Dorado, “that phantom which has lured the Spanish race, in centuries past, to its ultimate destruction”, escribe William Dinwiddie en Puerto Rico: Its Conditions and Possibilities (1899). Así se subraya una fundamental diferencia entre el ellos, los españoles, la base fundamental del puertorriqueño, y el nosotros, americano.
Cualquier dificultad que pueda presentarse, los autores confían en que los inversionistas americanos a través del aparato industrial, podrán superarla con el esfuerzo y la tecnología. La alusión a El Dorado como lugar mítico de la abundancia, para esta “vanguardia capitalista”, no está en un golpe de fortuna, sino en la industriosidad y el esfuerzo. Es decir, a través del sistema capitalista americano.
Sin embargo, ya no se trata de aquella idea de la joven república de la expansión del agricultor autosuficiente, sino que el capital americano el que incrementa y se reproduce. No hay tierras abundantes que alimenten el sueño americano del agricultor independiente. Además, la isla está densamente poblada y las industrias con posibilidad de desarrollo requieren de una considerable inversión de capital. Advierte Robinson “None but the capitalist, the investor, or the business man with money for his business should go to Porto Rico” (171).
La entrada de Estados Unidos en la obtención de colonias es celebrada por los autores estudiados y proclaman la llegada de un tiempo nuevo. Esta noción es común en los autores estudiados, y refleja el sentimiento de superioridad que acompaña todo ejercicio expansionista, porque no se trata sólo de ocupar nuevos territorios, sino de transformar a seres humanos atrasados e inmorales en ciudadanos capaces de gobernarse y producir riquezas. Robinson describe el inicio del Puerto Rico americano:
The evacuation of the city of San Juan, the Spanish stronghold upon the island, the focal point of Spanish people and Spanish influence, was the closing of the gate of an old homestead which has seen generation after generation come and go for four hundred years. The mortgage upon the broad and fertile acres has been foreclosed by the operation of that inexorable law which says: “That which a man soweth, that shall he also reap.” The property passes into the hands of others who, it is much to be hoped, will deal widely and honestly with it. (223)
Es interesante la alusión religiosa, como si una fuerza providencial guiara el curso de los eventos; pero también resaltan las alusiones bancarias, por eso de aludir a esa otra fuerza cuasi-providencial de las naciones capitalistas. (Recordemos la mano invisible de los mercados que describiera el señor Smith en La riqueza de las naciones). España perdió su oportunidad al no producir eficientemente en la isla. Ahora será el turno de Estados Unidos que tiene todo el derecho de ocuparla y sacarle provecho.
También, la narración de Dinweedie sobre el momento del traspaso está cargada de poéticas señales místicas:
Almost at the moment that the brilliant planet Venus shone faintly in the waning light of evening, a great gun on Morro castle, manned by the men in blue, belched forth a farewell salute to day. The long white curls of smoke were wafted westward slowly out to sea, and, as its billows ascended high in the air, the sinking sun tinted their topmost crest with rosy light, an omen, it was said, that the black cloud of Spanish cruelty had passed away, and in its stead had dawned the pearl-and rose-colored promise of future happines for Puerto Rico. (8)
Vemos aquí como la idea del nacimiento de una nueva época para la isla es parte de esa llegada providencia y que establece que Estados Unidos es la promesa para los isleños atrasados.
Para estos autores, la isla tiene aspectos positivos para la nueva era de productividad: terrenos fértiles para la agricultura industrial y disponibles para el capital corporativo; un clima tropical que permite distintos tipos de siembra, y una productividad continúa. Además, hay mano de obra abundante aunque ineficiente, pero que, a su vez, éstos también son representados como “terreno fértil” para su americanización. Confían que la transformación del puertorriqueño se completará en una generación.
Sin embargo, y a pesar que Puerto Rico fue sometido bajo un régimen colonial, Estados Unidos no continuó esta estrategia y prefirió el control económico de los países centroamericanos y caribeños y la manipulación de sus políticos. En la próxima entrega repasaré dos textos de autores norteamericanos de la primera década de la americanización en donde analizan y sugieren estrategias para llevar a buen término esta noble tarea.
Lista de imágenes:
1. Cartel de propaganda republicana para las elecciones del 1900, con las figuras del presidente McKinley y el vicepresidente Frankling T. Roosevelt.
2. Caricatura política que parodia la doctrina Monroe y su uso en la República Dominicana, 1906.
3. Chicago Herald, 1901. La Srta. Cuba recibe una invitación.
4. Caricatura política del Tío Sam apuñalado en la espalda por España, con el USS Maine de fondo, 1898.
5. Caricatura "La nueva diplomacia". Se representa a Teddy Roosevelt jugando boliche con las naciones caribeñas y centroamericanas, 1903.
6. Johna T. McCouchton, 1916, What the United States Fought For.
7. “Opening of the fishing season. Uncle Sam seems to be making a good catch!”, periódico The Journal, Minneapolis, 1898. Los pescados son Cuba, Puerto Rico, Hawai y las Filipinas.