El hilo de Aracne 2: Riberas de las Rivera

arte

*La primera columna de esta serie apareció el 17 de septiembre del 2012.

A partir de la segunda mitad del pasado siglo la tela se convirtió en medio plástico para el rescate de esa larga conjunción mujer/tejido a través del trabajo de mujeres artistas alrededor del mundo. Una de las pioneras en conjugar tela, cuerpo e historia en sus instalaciones lo fue la francesa Louise Bourgeois, quien integra en sus esculturas recuerdos de su infancia

En su exhibición Stitches in Time ("Puntadas" o "Suturas en el tiempo") del 2004 en el Museo de Arte Moderno de Irlanda ella crea poderosas imágenes que nos hablan de erotismo, dolor, desgarramiento, a veces, otras, recuerdos descarnados. Una de sus más famosas esculturas lo es, precisamente, una gigantesca araña (Maman) de más de 30 pies de altura, en honor a su mamá. En una entrevista ella explica:

La Araña es una oda a mi madre. Ella fue mi mejor amiga,... Igual a las arañas, mi madre era muy ingeniosa. Las arañas son presencias amistosas... son serviciales y protectoras, igual que mi madre.

arte

A partir de la década de los ’90, se comienzan a reunir en exposiciones colectivas en distintas partes del globo, un nuevo género de instalaciones con el tema plural de la tela. Entre las artistas que están trabajando con este medio quiero destacar a Maureen Connor y su emblemática pieza Thinner than You, poderoso comentario a las presiones de la moda por lucir cada vez más delgada ("You can never be too thin or too rich"). La japonesa radicada en Berlin Chiharu Shiota, que trabaja la relación entre la tela y la tierra con la pieza Memoirs of the Ski y de la cubana Ana Mendieta.

La inglesa Susan Stockwell transforma la tela en papel, creando sorprendentes efectos de volantes y encajes en vestidos imposibles, como vemos en sus esculturas Paper Tiger y Frill, exhibidas en Londres en el 2008. Este verano expone en el Palacio de Versalles la portuguesa Joana Vasconcelos, la primera mujer y la más joven que interviene esas fastuosas habitaciones y lo hace con plumas, telas y hasta tampones... Por último quiero destacar a una escultora, Judith Shea, que llega al bronce a través de la tela, ya que ella comienza su carrera profesional como diseñadora de ropa.

En Puerto Rico, Elsa María Meléndez es una artista que utiliza exclusivamente la tela en sus instalaciones, a menudo evidenciando la manufactura de máquina y las hilachas de tela a forma de obra deliberadamente inconclusa. Ada Bobonis trabaja la desnudez de la fibra enalteciendo, a través del volumen, objetos domésticos tales como escobas, lámparas, pompones, cortinas. Inés Aponte trabajó la tela en collages y medios mixtos en los que trataba el tejido y el color como pigmento; mas recientemente Mabel Huertas convierte la tela en elemento indispensable para la expresión performática.

Como parte de la celebración de la tercera trienal poligráfica, el Instituto de Cultura Puertorriqueña invitó al artista Charles Juhasz-Alvarado para que, siguiendo el modelo colaborativo de las abejas, convocara a varios artistas a formar parte de un panal en la Casa de los Contrafuertes que le brindara rica miel creativa al visitante. Me llevé fuertes impresiones de esta excelente muestra, que considero muy superior a la exhibición de la Puntilla. Quiero destacar las tres instalaciones del segundo piso situadas en habitaciones contiguas. Las artistas Ana Rosa Rivera, Dhara Rivera y Frances Rivera (no están emparentadas) han creado espacios de impacto individual y de fuerte presencia si se toman en conjunto.

Las tres instalaciones, de forma polisémica, trabajan la tela, insertándose en una tendencia creciente en el mundo del arte que "recupera" las texturas de esa segunda piel en metáforas que nos hablan tanto de espacios frágiles, íntimos, vitales como de apropiaciones culturales del mundo de la moda. Estas tres instalaciones tienen un poder semántico doble: aunque son evidentemente íntegras en sí mismas, con un origen autónomo, al estar ubicadas contiguamente entran en un diálogo polisémico, unos "vasos comunicantes" que resaltan temáticas y conceptos curiosamente afines. Fue precisamente esta productividad, esta fuerza metonímica lo que me cautivó.

Ana Rosa Rivera Marrero nos ofrece tu instalación Columnas: tres gigantescos trajes de gala suspendidos en el espacio, un espacio que se nos hace apretado dado el volumen de los vestidos. La intrincada confección en marfil y acqua nos recuerda meses de trabajo de aquellas mujeres inclinadas sobre la tela que creaban maravillas, hechas de magistrales puntadas para lucirse en grandes salones de baile iluminados por velas suspendidas en candelabros de cristal (o quizá por uno de los curiosos candelabros de Vasconcelos).

Ésta es una puntada japonesa llamada shibori, específicamente kumo shibori, en la que la tela se pliega en unos patrones que dan un efecto de tela de araña. Esta obra es producto de un proyecto colaborativo con el Fabric Workshop and Museum de Filadelfia, confeccionado durante la estadía de Ana Rosa en el Museo de Filadelfia como artista residente (2005-06).

Columnas se nos presenta como esculturas arquitectónicas, verdaderas cariátides huecas que sugieren una tensión entre el peso y la ingravidez. Curva pura, vasijas o ánforas antiguas, recuerdan también la liquidez del agua, cayendo la cola en puras cascadas de azul acuoso. No podemos ver estos vestidos monumentales sin intuir una leve sonrisa irónica: los vestidos de gala deben ser únicos e irrepetibles, pero aquí se multiplican; requieren amplios espacios, aquí están enclaustrados, evocan un pasado elitista, pero se muestran en un ambiente abierto a la crítica y al público en general.

Nos evoca una cultura tradicional de costura y manualidades, pero su tamaño y contexto lo des-familiariza y lo hace extraño y novedoso por sentirlo fuera de lugar. Lydia Platón, en su ensayo Reflexión sobre el trabajo reciente de Ana Rosa Rivera-2001 a propósito de A Esop A Ekirts (Strike a Pose) comenta:

foto

Rivera Marrero ha trabajado extensamente con la arquitectura colonial de San Juan, realizando intervenciones, recreaciones, excavaciones y adiciones. También ha explorado las alegorías de la arquitectura y del cuerpo humano en una obra variada que incluye esculturas, escenificaciones, fotos escenificadas y diferentes medios mixtos. En especial, ha trabajado con las ideas de cariátides y de columnas y con la idea de “segunda piel”, o sea, de construcciones que albergan el cuerpo, tales como la ropa y el hogar. Este último lo ha abordado como extensión del cuerpo humano y también como signo de su ausencia.

Es ausencia porque la monumentalidad de las columnas enfatiza la "presencia de la ausencia", el hecho de ser pura forma vacía, invitando a la intervención performativa para que el trabajo se haga vivo en el tiempo presente, no únicamente como evocación del pasado. Ya la artista ha explorado distintas formas de crear piel que evoca formas arquitectónicas: tanto Cobito como Carrucho connotan superficies exteriores duras con un centro suave y húmedo, contrastes que la artista trabaja con maestría en muchas de sus obras.

También son éstas criaturas marinas, tema central en las instalaciones de Rivera Marrero que se repiten en el trabajo en cuestión. La yuxtaposición de telas aéreas, metales fríos o maderas cálidas con papel rígido son elementos con los que la artista confecciona verdaderos universos poéticos. Rivera, quien admira a Eva Hesse, se inclina hacia una narrativa dramática que una la tierra con el mar, lo oscuro con lo luminoso, lo sagrado con lo profano.

Para el trabajo en cuestión Ana Rosa ha buscado la simbología sincrética a través de los materiales que emplea: una primera piel que sugiere el algodón de los taínos, de color marfil, una segunda piel de seda, que recuerda los cortinajes de los boudoirs franceses, para evocar la cultura europea y un polizón de metal, que representa la época actual. Aunque a primera vistaColumnas podría basarse en la elegante vestimenta del siglo XVIII, un estudio de la historia de la moda revela que también recapitula elementos del siglo XIX y XX.

El polizón es decimonónico, y el drapeado es del pasado siglo, creando así también un palimpsesto a la memoria de esa segunda piel que es el vestido. La perfección de su hechura, un verdadero prodigio artesanal, conmemora la memoria de la abuela de la artista, así como también las manos que asiduamente, a través de la historia, han vestido los cuerpos amados, han creado símbolos de estatus, han deslumbrado con su prodigio artesanal, han creado identidades y ficciones.

En el salón contiguo, Dhara Rivera nos ofrece A cuatro aguas, sinécdoque de un trabajo mucho más amplio que hiciera la artista en la Quebrada Margarita, localizada en el Área Metropolitana, en el 2011. Sogas rojas como suturas se entrecruzan rítmicamente en el espacio de un costado a otro dibujando diagonales y rombos y cayendo en el piso como puro exceso, verdaderas telarañas que sostienen nueve esferas llenas de agua, cual burbujas sostenidas por madejas de venas, gigantescas dendritas o quizá raíces de un cuerpo vegetal.

arte

En las esquinas, palos de bambú recuerdan los "palos de lluvia", instrumentos de percusión que nos devuelven el agua transformada en sonido. Recordemos que los bambús crecen en las orillas de los ríos y donde quiera que los veamos marcan el pasar del agua dulce que sosiega la sed de la tierra. Es precisamente el río el tema que subyace a esta instalación, fragmento de un proyecto que Dhara lleva desarrollando hace ya varios años y que comenzó con un homenaje al Río Grande de Loíza, continuó en Guadalajara, México con un proyecto para concienciar la contaminación de los ríos y el efecto nocivo en los niños que viven en sus laderas.

En el 2009, junto a colaboradores de la Escuela de Artes Plásticas—el grupo "Arañas de Agua"—, Rivera organizó un ritual sagrado: depositar en un lago en Dorado 165 esferas enlazadas con pedazos de pterocarpus creando así un tejido que unía agua, árbol y humanos en una hermosa cadencia sanadora. En esta instancia el tejido rojo evoca la savia roja del árbol de pterocarpus y así llamar la atención al peligro de desaparición de los bosques de pterocarpus como resultado del desarrollo urbano.

En el 2010 este grupo crea Cosiendo Agua, un complejo proyecto que comienza con performance y culmina con la instalación en la Quebrada Margarita que cuestiona nuestra relación con medioambiente urbano, la naturaleza y el arte. Dhara quiere "llamar la atención a un sistema hidrológico que está maltratado e invisibilizado". Aquí también Rivera ritualiza la puesta en escena para invocar lo sagrado frente a lo profano. Rosina Santana, participante de este proyecto, advierte:

Cuando tú sales de la galería y te expones al espacio público, estás hablando de una práctica totalmente distinta. Estás hablando de una voz que puede susurrar en la galería pero en el espacio público tiene que hacerlo a gritos que parezca que está susurrando.

arte

Sogas rojas como hilos se tensan de una orilla a otra creando una sutura que tiernamente una los pedazos fragmentados de los cuerpos de agua en el paisaje accidentado urbano. No se quiere con esto confrontar, sino más bien alertar a la enajenación ambiental de nuestro desarrollo desmedido.

A cuatro aguas, la versión que la artista nos trae en la Casa de los Contrafuertes, evidentemente se refiere a Cosiendo agua, pero trae elementos que cuestionan, como lo hace Ana Rosa, el adentro y el afuera, lo público y lo íntimo, el cuerpo y el ambiente. Llama la atención una mesa-escritorio central con bandejas incrustadas en el centro que contiene fotos de la intervención en la Quebrada Margarita, palitos de bambú y agua, todos referentes al tema central de la instalación. Las sillas agudizan la ambigüedad de la intervención humana creando la geografía de lo que está dispuesto para nuestra reflexión, estudio y consumo.

Un contraste fundamental con el proyecto de Cosiendo Agua es la escala. En la intervención ambiental el tejido y los "alfileres" gigantescos que le dan soporte solo cubren un espacio limitado del paisaje mientras que en A cuatro aguas el espacio está totalmente colmado por las redes. En realidad no hay rincón que no haya sido impactado. Podría parecer horror vacui, pero el efecto es el de estar dentro de un cuerpo, mirando el entrecruce de las venas, observando el asiento de la conciencia en el centro de la habitación.

arte

Así la artista nos invita a ver la naturaleza como una extensión de nuestro propio cuerpo y de este modo sanar la separación ilusa que hemos creado en el espacio construido. De este modo la tela creada por el trabajo de Dhara se enlaza múltiples dimensiones: los humanos con el ambiente, particularmente los acuíferos (recordemos que llevamos ríos rojos por nuestras venas), los individuos unos con otros (es por eso que ella crea un colectivo) y nuestra intimidad con lo sagrado, la dimensión en la cual todos somos una sola cosa.

La instalación de Frances Rivera González, la más joven de las tres Rivera, impacta por lo exquisito de las formas y porque realmente le da vida a un mundo onírico. La artista explica su proyecto plástico: construir "situaciones que provoquen en el espectador sensaciones y recuerdos de texturas provenientes de la naturaleza o del cuerpo humano". Sus telas quieren despertar el anhelo de tocarlas, sentirlas como la propia piel ya que "las mismas son hechas para ser puestas sobre el cuerpo recorrerlas y habitarlas con  él", por lo que muchas de sus piezas son realmente reinterpretaciones del cuerpo humano y su ambiente.

A primera vista Suspiros, sugestivo título de la obra, nos recuerda panales polimorfos, tema central de la Trienal pero rápidamente pasamos al mundo submarino de las anémonas y las medusas, felizmente reposando unas sobre otras, fácilmente colapsables como burbujas en el viento (lo que se abre, lo que se cierra), según lo sugiere el metal que las rodea, cremalleras que nos recuerdan el ser de estas bioformas—la tela, la costura, la creación. Y esto es interesante, porque sobresale la monocronía del marfil. 

Si miramos al detalle de las formas, observamos que ella ha creado una verdadera familia de trece seres acuosos, los cuales identificamos no solo por tamaño, sino también por relación (los más pequeños reposan más próximos a los medianos, lo cual evoca en nosotros el regazo materno). Una mesa de costura alberga proyectos futuros, trayendo así el conceit de cosa confeccionada, planeada, deliberada (dibujos de "preparación", papel para crear patrones, muestras de telas, agujas, cintas, aros de tejer).

Es un verdadero centro de torbellino de ideas, la introducción del futuro al presente que se dispone a la vista. El espacio se delimita a través de la circunferencia de la alfombra, que delimita lo que es "lugar" (donde sucede algo) de lo que es un no lugar (el espacio fuera de la alfombra, donde no sucede nada).

La observación del detalle revela una variante de shibori, la puntada japonesa empleada en la confección de Columnas, la instalación Ana Rosa Rivera. En este caso es arashi shibori (arashi significa "tormenta" y sugiere el caer de la lluvia durante una tormenta torrencial). Está inspirado en el trabajo de Ivonne Wakabayashi, artista niponcanadiense que crea paisajes submarinos a base de tela. Frances nos explica:

Suspiros” surge en relación  a un trabajo anterior titulado “Serie de objetos para el cuerpo” compuesto por cuatro objetos- maquetas de tela que funcionan como prolongaciones del cuerpo. La elaboración de las piezas juega con la idea de lo portátil y del movimiento. El espacio se siente como uno sensitivo y cambiante, que reacciona y se transforma y que insiste en la idea de construir  formas ocupadas por el aire. Se trata de formar una nube que ocupe gran parte de la habitación hecha de unos bolsillos que se repiten aumentando su volumen hasta desbordarse. 

arte

Aunque no fueron pensadas en conjunto, las tres instalaciones de "las Rivera" evocan elementos que refuerzan su poder expresivo por su feliz contiguidad. Son cuerpos de agua: mares cuyas olas nos arropan, o frescas cascadas translúcidas, ríos sanadores que corren cual sangre en nuestras venas, arrecifes transparentes que se mueven con las corrientes submarinas o nubes cargadas que anuncian el regalo de la lluvia. Son piel que nos acarician o nos protegen, son homenajes ancestrales callados, testimonios de una sociedad secreta de mujeres poderosas, luchadoras, amorosas que hilvanaron nuestras tradiciones y conservaron, en un ovillo oculto, nuestras tradiciones y anhelos. Celebremos pues la tela que nos une como puentes entre riberas.

Lista de imágenes:

1. Foto de Nathan Strange/AP sobre la escultura de Loise Bourgeois, Maman, instalación frente al museo de arte moderno Tate en Inglaterra, 2007.

2. Thinner than You. Escultura de acero y malla  por Maureen Connor, 1990.

3. Elsa María Meléndez frente a su pieza La maldición de la cotorro: los perros mágicos. Foto por Enid M. Salgado, en la exhibición Cuerpo Presente del Museo de Arte de Ponce, octubre 2011.

4. Ana Rosa Rivera: Columnas, en el Museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de trienalsanjuan.org.

5. Ana Rosa Rivera: Columnas, en el Museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de la página La Casa de los Contrafuertes.

6. Ana Rosa Rivera: Columnas, en el Museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de la página La Casa de los Contrafuertes.

7. Dhara Rivera: A cuatro aguas, en el Museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de la página La Casa de los Contrafuertes.

8. Dhara Rivera: A cuatro aguas, en el Museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de la página La Casa de los Contrafuertes.

9. Dhara Rivera: A cuatro aguas, en el Museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de la página La Casa de los Contrafuertes.

10. Frances Riversa González: Suspiros, en el museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de trienalsanjuan.org.

11. Frances Riversa González arreglando su instalación Suspiros, en el museo Casa de los Contrafuertes. Foto accesada de la página La Casa de los Contrafuertes.

Categoría