Desde Nicaragua (parte 2): náufragos en un mar de puro verdor

* Para acceder a la 1era parte de Desde Nicaragua, haga clic aquí.  

Aquí está mi casa abierta
Hay un plato por ti en nuestra mesa
Sombra de árbol para tu cabeza
Libro abierto a tu vida mi puerta
Casa abierta
La amistad no cuestiona tu credo
A la tierra le gusta que amemos
Sin distingos de culto y bandera
Quisiera darte buena suerte
Y ser tu amigo hasta la muerte
Que la distancia no me entuma
Y la amistad no se consuma[1]

arte

Salimos de las “casas abiertas” del Arenal en Masatepe cargados de impresiones, recuerdos y dos piñas que nos obsequiaron Mariela y su familia. Piñas que nos acompañaron dos días y varios destinos. Una nos las comimos en Ocotal, Nueva Segovia y la otra se la ofrendamos en agradecimiento a Don Blas, quien nos dio un “ride” en la parte de atrás de su camioneta hasta Miraflores.

Miro hacia el cielo rosa y naranja
y sé que existo.
Al horizonte veo las siluetas de los volcanes majestuosos,
camino entre la tierra y las piedras,
respiro,
sonrío,
y pienso.
Gracias Nicaragua,
por recordarme
que yo
también existo.
[2]

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Saliendo de la finca Neblina del bosque nos encontramos sentados al borde de la carretera en Miraflores. Camino a la zona urbana de Estelí, al Miraflor Camino Real le metieron mal a un cambio y lo mandaron a fregar[3]. Se bajaron los hombres del bus y lo empujaron, pero por más que lo intentaron, el camión no se movió, (lo único que se estremeció fueron los cuerpos de las mujeres sensuales que colgaban del parabrisas, de un lado al otro, junto a un Che estático y otras pegatinas, algunas con mensajes cristianos). 

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Nada dio resultado. Nos dijeron que tendríamos cuatro horas de espera hasta que pasara el próximo bus. “¿Caminamos?”, preguntamos los ignorantes. 28 kilómetros nos separaban de nuestro destino en Estelí.

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Una niña nos observaba desde el patio de su casa. Lavaba la ropa de su familia a mano. Mientras la estrujaba, nos saludaba. “¡Qué linda!” exclamamos Carlos y yo. Segundos después reflexionamos, a saber el trabajo que estaba pasando y nosotrxs idealizando la escena, enfocándonos en el sonido del viento, los rayos de la luz que se colaba entre las hojas, en tomar una buena foto, y un buen video con el iPad. Con una mirada nos admitimos que no sabíamos cómo disfrutar los espacios de reposo, de simplemente estar. Ni en los rincones más recónditos nos pudimos sacudir la camisa (académica) de fuerzas, siempre (pre)ocupados en analizar lo que le sacaremos a las experiencias.

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Pasaron camiones por el camino polvoriento y se bajaron vendedores de helado. Desde las ocho estuvimos esperando que arreglaran al Miraflor Camino Real. Aparecieron mecánicos, piezas y otrxs vendedores ambulantes. Tres horas de retraso. Algunos pasajeros decidieron coger un “ride”, mientras que otros decidieron caminar. Quedamos pocos en la carretera. A saber que diligencia tenían planificada lxs vecinxs de esta zona de Miraflores para dar tal madrugada. Cargaban canastos de queso, tomates, y otras frutas.

Pedro sacó su guitarra y se sentó junto a Ramón al borde de la carretera a cantar. Sus canciones nos animaron un rato. Luego cantó Ramón, nos reímos y hasta bailamos. Más pasajerxs abandonaron la escena. Quedamos nosotrxs sentadxs al borde de la carretera.  Compusieron el bus. No nos llevaron, nos dijeron era muy arriesgado. Quedamos varadxs. Sonó la campanita del vendedor de helados. Los teléfonos estaban sin señal en aquel paraíso rural. Los hombres recogieron sus herramientas, nosotrxs bajamos nuestras mochilas. Nos resignamos a esperar el próximo bus.

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Lloró el único niño que quedó. “Vos no me vas a dejar botada”, le dijo al chofer la muchacha que cargaba al niño lloroso. Le pedimos un “ride” al próximo camión que pasó. No paró. Al pasar vimos lo que estaba escrito al dorso: Pool and Patio Furniture

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Nuestra lección: la vida es dura especialmente en los lugares que aparentan perfecta hermosura. Allí esperamos, entre pinos y el cántico de la oropéndola, vislumbrando flores de inexplicable hermosura, fincas de repollo y otros diversos cultivos, entre casitas de adobe y otras de madera. Mariposas de todos los colores y los tamaños se paseaban entre los caminos y las ramas. Éramos  náufragos en un mar de puro verdor. Nos habíamos transportado a un cuento de hadas. Bromeábamos que lo único que nos faltaba ver en aquel lugar encantado eran lxs enanitxs del bosque. Un paisaje idílico. ¿Idílico? ¿Para quién?

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 “¿Qué sos Nicaragua?” [4]

¿Qué sos
sino un triangulito de tierra
perdido en la mitad del mundo?

¿Qué sos
sino un vuelo de pájaros
guardabarrancos
cenzontles
colibríes?

¿Qué sos
sino un ruido de ríos
llevándose las piedras pulidas y brillantes
dejando pisadas de agua por los montes?

¿Qué sos
sino pechos de mujer hechos de tierra,
lisos, puntudos y amenazantes?

¿Qué sos
sino cantar de hojas en árboles gigantes
verdes, enmarañados y llenos de palomas?

¿Qué sos?
sino dolor y polvo y gritos en la tarde,
-"gritos de mujeres, como de parto"-?

¿Qué sos
sino puño crispado y bala en boca?

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Los oasis que visitamos en Nicaragua, (Norwalk-Nagarote, El Arenal, Mozonte, El Recreo, la cooperativa de mujeres en Estelí y por supuesto, la finca Neblina del bosque en Miraflores), generan condiciones de vida en donde nosotrxs, y las generaciones antes y después de nosotrxs, nos sintamos integradxs a nuestro entorno natural, económico y socio-cultural. Estos espacios nos recuerdan que aunque naveguemos de formas diferentes, compartimos el mismo río de la vida.[5] Y que además, somos parte importante de algo que nos trasciende y que vale la pena reconocer y defender.

 

Notas:

[1] Algunos versos de la canción “Casa Abierta” del dúo nicaragüense Guardabarranco.

[2] Fregar en Nicaragua se utiliza como sinónimo de fastidiar.

[3] Fragmento de poema que escribí mientras viajaba por Nicaragua en el 2012.

[4] Fragmento del poema “¿Qué sos Nicaragua?” de Giaconda Belli.

[5] Frase inspirada en una cita plasmada en el centro cultural de la comunidad indígena de Mozonte: “Aunque ustedes están en su barco y yo en mi canoa, compartimos el mismo rio de la vida”.

* Todas las fotos fueron tomadas por Carlos Muñiz Osorio y Bernadette Feliciano.